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El Viejo Sultán

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  Hola amiguitos, nuevamente les traemos un emocionante cuento que posee gran enseñanza. Espero  les guste… Así que, ¡a leer se ha dicho!  
 Cierto agricultor tenía un perro fiel llamado Sultán. Este era ya muy viejo, tan viejo que ya no tenía dientes, por lo que no podía sostener nada firmemente en la boca. Un día el amo dijo a su esposa:
-”Mañana acabaré con la vida de mi Viejo Sultán, ya que no sirve para nada.”-

Su esposa, que sintió compasión por el fiel animal, contestó,
-”Pero, ¿por qué? Él nos ha servido por tanto tiempo y ha sido tan fiel. Mejor conservémoslo!”
-”¡Eh! ¿cómo crees?- dijo el hombre. – ¿Acaso no lo has visto bien? Ya no tiene un solo diente en su hocico, por eso ningún ladrón le tiene miedo; así que me desharé de él. Si él nos ha servido, ya ha tenido buena alimentación y buen trato por ello.”

 El pobre perro, quién yacía estirado en el sol no muy lejos, había oído todo y sintió tristeza de que el día siguiente sería su último día en este mundo. Él tenía a un buen amigo, el lobo, y por la tarde salió sigilosamente a buscarlo al bosque y le contó del destino que le esperaba.

-”Escúchame, amigo,”- dijo el lobo, -”levanta tu ánimo, yo te ayudaré con tu problema. He pensado en algo. Mañana, al amanecer, tu patrón va con su esposa a recoger el heno, y ellos llevarán a su pequeño niño con ellos, ya que nadie queda en la casa. Ellos suelen, durante el tiempo de trabajo, poner al niño bajo la sombra de un árbol; y tú te pondrás allí también, como si desearas cuidarlo.  Entonces saldré de entre los arbustos y me llevaré al niño. Inmediatamente, corres tras de mí, como si estuvieras tratando de agarrarme. Yo dejaré caer al niño y tú lo recogerás y lo llevarás de nuevo a sus padres, que pensarán que lo has salvado y quedarán demasiado agradecidos para hacerte daño; te aseguro que nunca más pensarán en maltratarte.”-

  El plan le gustó al perro, y fue realizado como se planeó. El padre gritó cuando vio al lobo correr por el campo con su niño, pero cuando el Viejo Sultán lo devolvió, entonces se llenó de  alegría, y lo acarició y le dijo,
– “Juro que nunca le haré daño ni a un pelo tuyo; comerás de mi pan libremente mientras vivas.”-

  Y a su esposa le dijo,
-”Vete a casa inmediatamente y hazle a Sultán una sopa de pan que él no tenga que morder, y tráele la almohada de mi cama para que repose sobre ella.”-
  De allí en adelante, aquel viejo perro estuvo mejor que lo que él podía desear.

  Poco después el lobo lo visitó, y estuvo contento de que todo había tenido tan buen éxito.
-”Pero oye amigo, -dijo el lobo- cuando haya una posibilidad de llevarme a una de las ovejas gordas de tu patrón, ladra fuerte y yo vendré gustoso por ella.”-
– “¡Pero cómo crees!” -exclamó el perro- yo permaneceré fiel a mi patrón; por lo que no haré eso.”-
 El lobo, que pensó que lo que le había dicho el perro era sólo para despistar, vino arrastrándose sigilosamente por la noche para llevarse a las ovejas. Pero el agricultor, a quien el fiel Sultán avisó de las intenciones del lobo, alcanzó al intruso y lo golpeó con el látigo. El lobo tuvo que huir, pero le lanzó un grito al perro,
– “¡Traicionero, pagarás por esto!”

 A la mañana siguiente el lobo envió a un jabalí para desafiar al perro a entrar en el bosque, de modo que ellos pudieran dilucidar el asunto.
  El Viejo Sultán no podría encontrar a nadie que lo apoyara en ese momento, excepto un gato con solo tres patas, y cuando ellos salieron juntos, el pobre gato cojeaba a lo largo del camino, y al mismo tiempo estiraba su cola en el aire con dolor.

 El lobo y el jabalí estaban ya sobre el terreno designado para el duelo, pero cuando vieron a su adversario venir, pensaron que traía un sable con él, ya que confundieron la cola extendida del gato con eso. Y cuando el pobre saltaba en sus tres piernas, ellos pensaban que era para recoger una piedra para lanzarla contra ellos. Entonces estaban ambos llenos de miedo y el jabalí se arrastró bajo un tronco, y el lobo saltó subiéndose a un árbol.

  Cuando llegaron al sitio, el perro y el gato se preguntaron por qué no había nadie a la vista. El jabalí, sin embargo, no había sido capaz de esconderse totalmente y una de sus orejas todavía podía ser vista. Mientras el gato miraba con cuidado a su alrededor, el jabalí  movió su oreja y el gato, que pensó que era un ratón que se movía,  brincó sobre ella y la mordió con fuerza. El jabalí hizo un ruido temeroso y se escapó gritando de dolor:
 – “¡El culpable está arriba en el árbol¡.”

  El perro y el gato alzaron la vista y encontraron al lobo en el tronco del árbol. El lobo, avergonzado, pidió disculpas al perro y renovó su amistad  con él.
 
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado!

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