Un día más ha terminado y con él, los quehaceres cotidianos. Los niños se acostaron sin protestas ni lloriqueos. La noche se presenta mejor que de costumbre.
Libre, satisfecha y feliz, se sienta en su rincón predilecto dispuesta a continuar la lectura de aquel libro que dejó pendiente la noche anterior. En tanto que su esposo decide hacer lo mismo que usted y se acomoda en el otro sofá.
Tranquila y con el mejor de los ánimos, se prepara a disfrutar de una velada apacible, cuando de pronto….un C-cc-c-cc-c-c-crac… La distrae ¡Fabuloso! De nuevo ese molesto ruido que produce su esposo cuando se truena sus nudillos…
¡Qué costumbre! Parecería que lo hace intencionalmente; a duras penas logra contener su malhumor. Ese traqueteo de dedos es, sencillamente, insoportable…
Aunque nos parezca exagerado, muchos problemas conyugales se originan a causa de “pequeños” hábitos, que parecen tan mínimos que ni vale la pena mencionarlos, sin embargo esas costumbres o manías que tiene uno u otro cónyuge, produciendo a su compañero irritación, malestar y que con el tiempo estos se van acumulando hasta que en el peor de los casos termina en la separación.
Existen muchos hábitos que resultan ser insoportables para el otro. Por ejemplo es posible que su esposo se rasque los pies o alguna parte íntima de su cuerpo mientras está comiendo… o que quizás sea ella quien tenga la mala costumbre de dejar regadas sus prendas íntimas en el cuarto de baño. O tal vez, el defecto sea otro, cualquiera que sea.
Para tener un mejor entendimiento en cuanto a estos malos hábitos los expertos en conflictos matri-moniales realizaron una interesante encuesta entre 1250 parejas. Los resultados indicaron que los “hábitos irritantes” ocupan uno de los primeros luga-res entre los problemas matrimoniales.
Y aunque sea difícil de creer, esas “malas costumbres” llegan a ser más insoportables, que los mismos defectos de carácter y otros rasgos negativos de la personalidad.
¿POR QUÉ SE LE DA TANTA IMPORTANCIA A ESTOS DETALLES?
Todos tenemos que aceptar ciertas costumbres desagradables en los demás. Pero es la convivencia y el conocimiento mutuo lo que hace que estos hábitos resalten más de la cuenta. No rechazamos a un amigo por la sencilla razón de que muerde sus uñas.
Sin embargo, nos resulta difícil aceptar la misma costumbre en la persona con la que compartimos nuestra vida. ¿Por qué sucede esto?
Este concepto es obvio. La convivencia hace que los defectos cobren mayor importancia de la que en realidad tienen. Podemos aguantar alguna mala costumbre de un compañero de trabajo, y sobrellevarla. Pues sabemos que cuando finalicen las horas de labor, éste quedará atrás con sus torpezas y defectos. Pero que nuestro esposo con el que compartimos cada día se rasque un pie mientras come, … es otra cosa. No podemos evitar que la costumbre de nuestro cónyuge se refleje en nosotros y nos afecte.
TÚ, YO… NOSOTROS!
La pareja es la relación humana más íntima. Es la única relación en la que el “tú” y el “yo” se funden para convertirse en el “nosotros”. Y como formamos parte del “nosotros” observamos la conducta del otro, y estamos atentos a las fallas que pueden estropear una imagen ideal.
Un “hábito irritante” en un cónyuge crea cierto resentimiento y disgusto en el otro. Este estado de ánimo es progresivo y, en la mayoría de las veces, culmina en el rompimiento definitivo en la pareja.
La mala costumbre, por ejemplo, de interrumpir al esposo mientras cuenta su anécdota favorita, es algo más que una desagradable manía superficial.
Por otro lado, si por ejemplo, a pesar de las protestas constantes de la esposa, el hombre continúa dejando sus ropas regadas por el dormitorio, es evidente que su conducta expresa,”… no vas a controlarme, no lo voy a permitir”.
Llegar tarde a las citas, o no estar lista a tiempo para salir, puede ser una forma que la mujer utilice para expresar que no está dispuesta a someterse a las conveniencias o exigencias de su esposo.
Es muy amplia la escala y el orden de importancia de esos hábitos que molestan e irritan. Los hay de carácter inofensivo, como morderse las uñas, chuparse los dedos o taconear insistentemente.
Partiendo de estos hábitos inofensivos, existe toda una cadena de manías que pueden llegar a los hábitos autodestructivos, y que afectan a las personas que nos rodean, por ejemplo, el de fumar constantemente.
Debemos aprender a controlar nuestras malas costumbres, manías y defectos, no sólo ante nuestra pareja sino con la demás gente; por cortesía y educación.
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