A un amigo mío llamado David, su hermano menor le dio un automóvil como regalo; esto en agradecimiento por lo mucho que le había ayudado cuando estudiaba la carrera de ingeniería.
Un día, cuando David salió de su oficina, un niño de la calle estaba caminando alrededor del brillante auto nuevo admirándolo.
David afirmó con la cabeza. Mi hermano me lo regaló.
El niño estaba asombrado y con incredulidad le dijo: “¿Quiere decir que su hermano se lo regaló y a usted no le costó nada?…. Vaya me gustaría…” -titubeó el niño-.
Desde luego, David sabía lo que el niño iba a decir, que le gustaría tener un hermano así, pero lo que el muchacho realmente dijo, estremeció a David de pies a cabeza:
David miró al niño con asombro, añadió: -“¿Te gustaría dar una vuelta en mi auto?”.
Después de un corto paseo, el niño volteó y con los ojos chispeantes dijo: – “Señor… ¿No le importaría que pasáramos frente a mi casa?”.
David sonrió. Creía que el muchacho quería enseñar a sus vecinos que podía llegar a su casa en un gran automóvil, pero estaba equivocado.
Subió corriendo y en un par de minutos regresaba, cargando a su hermanito lisiado. Y sentándolo en el primer escalón, le dijo:
David, bajó del coche y subió al muchacho enfermo al asiento delantero. El hermano mayor, con los ojos radiantes, se subió tras de él y los tres comenzaron un paseo memorable.
Ese día, David, más que comprender, vivió y sintió en carne propia lo que significa aquel dicho popular que dice: “Hay más dicha en dar… que en recibir”
Somos lo que pensamos y hacemos…. Somos lo que decidimos ser. Y si decidamos ser hombres y mujeres de VALORES, lo seremos. Nuestro entorno lo necesita desesperadamente.
Ojalá que aprendamos la lección. Si ves a alguien sin una sonrisa, dale una de las tuyas… Comprobarás que aún en cosas tan sencillas como esa, hay una gran dicha en dar…
Suzanne Maclean
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