Esta es una experiencia única que viví hace muchos años, la cual recuerdo con amor y cariño, aunque confieso que también con cierto desasosiego,
Esta es una experiencia única que viví hace muchos
años, la cual recuerdo con amor y cariño, aunque
confieso que también con cierto desasosiego,
porque ese día mi padre vino desde el más allá a
darme un último adiós.
Yo tenía cuatro años y seguramente me faltaban
pocos meses para cumplir los cinco, al menos eso
creo, porque recuerdo que poco tiempo después de
esta experiencia fue mi cumpleaños.
Aunque yo era muy pequeña, me acuerdo que en
aquellos años vivíamos en un ranchito y éramos
muy pobres. De mi papá es poco lo que recuerdo,
pero tengo muy presente esto, que a continuación
les narraré y que es como si lo estuviera viendo en
este momento.
Era el mes de mayo cuando papá se puso muy grave
y los adultos algo se decían en voz baja; me imagino
que hablando de su crítico estado de salud. Una
mañana, desperté desesperada por ver a mi padre
y estaba gritándole. Me levanté y corrí a buscarlo
pero no lo encontraba por ninguna parte, sentía una
gran necesidad por verlo, tanto que seguí buscando.
Fui hasta lo que llamábamos “water”, (que era una
especie de letrina, alejada de la casa) pero tampoco
estaba allí, no sabía donde encontrarlo, me sentía angustiada
y ofuscada pues presentía lo peor. Pero ya
en la tarde llegó una tía y nos dijo que nos cuidaría
a mí y a mis seis hermanos porque mi papá estaba
con el doctor.
Después recuerdo que llegó la abuela y le dijo a mi
tía, que nos vistiera de negro porque iríamos a velar
a nuestro padre. ¿De negro?, ¿velar a papá?, quise
averiguar que era aquello, pero nadie me quiso
aclarar nada y, creo que ni caso mi hicieron.
El día que velamos a papá, era frío, gris, hacía mucho
aire con remolinos, en fin, muy triste. Aunque
sentía inquietud, no entendía muy bien que pasaba
cuando me decían que mi papá murió, yo solamente
veía a todos llorando, pero yo no podía llorar, tal
vez porque no tenía idea de la magnitud de la tragedia.
Desde mi escasa estatura, veía en lo alto la caja
-el ataúd- de papá mas nunca me acercaron a verlo,
en fin lo sepultaron y nunca más lo volví a ver.
Como toda niña, era curiosa e impertinente, por
eso al no ver a papá, preguntaba insistente a todos
cuándo vendría él, y me decían que nunca, pero yo
seguía sin entender y no creía, yo sabía que algún
día volvería a estar con mi padre, pese a que todos
me decían que no, yo sabía que lo volvería a ver.
Pasaron los meses y yo seguía con unas ansias muy
grandes por verlo de vuelta hasta que ese día llegó.
Era una noche tranquila y todos dormíamos en un
mismo cuarto, mis hermanos, mi mamá, y mi abuela
quien se quedaba a cuidar a mi mamá porque estaba
por dar a luz al último de mis hermanos.
Yo compartía una camita con mi hermano menor.
Recuerdo que no podía dormir me sentía intranquila
y sólo volteaba a ver por la ventana de la puerta
que entraba un poco de luz de la luna, cuando de
repente vi mucha luz que brillaba tal cual cristal,
era un resplandor, era él, era mi papá que venía a
verme!!!
Yo me sentía muy feliz de verlo y no recuerdo haber
sentido miedo, al contrario me daba mucha paz
y tranquilidad su presencia.
Recuerdo que él llevaba una sábana blanca sujetada
del hombro y unos calcetines verdes y me preguntó
que dónde estaba mi mamá. Yo apunté hacia
su cama, que era donde dormía junto a mi abuela,
la madre de mi padre. El caminó y se dirigió hacia
la cama, suspiró y tocó la cara de mamá, por un
instante la miró con mucha ternura y luego me preguntó
por mis hermanos. Yo le señalé hacia la cama
de ellos, y como todos dormían juntos, él se acercó,
los contempló y suspiró muy triste, después se dirigió
a mí y me dijo: “Ya me voy mi reinita y, nunca
más regresaré, diles a todos que los quiero mucho
y que nunca los olvidaré”. Dicho esto desapareció
como una luz que atravesaba la ventana y se fue,
tal cual vino.
Yo me sentía un poco confundida, pero muy contenta
de haberlo visto, pero a la vez sentía algo de
tristeza, tal vez porque en aquel momento comprendí
que nunca más lo volvería a ver.
Al día siguiente que desperté, me sentí muy feliz
y le dije a mi mamá que mi papá había venido a
visitarnos y le conté como pasó todo y lo que él me
dijo, después me preguntó si traía algo puesto y le
contesté que traía una sábana blanca envuelta como
Dios y unos calcetines verdes, fue entonces cuando
me creyó porque con esa vestimenta enterraron a
mi padre, y como yo nunca vi como lo sepultaron
todos se asombraban de cómo sabía ese detalle.
A pesar de que los años han pasado, yo nunca he
olvidado esa experiencia única, que fue sin duda
muy agradable y que ahora, cuando la cuento, muchos
no me creen y otros hasta se burlan, pero no
me importa, porque fue grandioso e inolvidable el
día que mi padre vino a despedirse de mí… -•-
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