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La Ratita Presumida

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  ¡Hola amiguitos! ¿Listos para leer  otro entretenido cuento?; Pero recuerden que en el mundo de la ilusión y la fantasía todo es posible, como lo sucedido en este precioso cuento. Pues entonces, ¡a leer se ha dicho!…
 Había una vez, una ratita que era muy, muy presumida.  Tanto que le gustaba de vez  en vez mirarse en el espejo con la intención de, al observarse, decirse qué tan bella era.

   Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla… ¡una moneda de oro!. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda que había encontrado.
 

Ya sé, me compraré un espejo con muchos brillos… hmmm, no, porque el brillo opacará mi belleza, entonces me compraré caramelos… uuy no, que me dolerán los dientes. Pues me compraré pasteles… uy no, que me dolerá la barriguita.

Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito, eso combinará muy bien con el color de mis zapatitos.

La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado en busca de su lazo. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró muy gustosa y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la presumida se levantó, lo primero que hizo fue mirarse en el espejo, paso siguiente se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa para presumir su nuevo accesorio, y a coquetear con quien la viera. Muy risueña y coqueta estaba la ratita en el balcón cuando en eso que aparece un gallo y le dice:
  Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?.
 Y la ratita le respondió muy airosa: No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?

 Y el gallo le dice: ¡¡quiquiriquí!!,,  ¡Ay no!, contigo no me casaré porque no me gusta el ruido que haces, está demasiado fuerte para mis oídos que son tan delicados.
 Con tristeza, el gallo agachó la cabeza y se fue del lugar. Luego apareció un perro. Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?. Y la ratita le dijo: No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces??. ¡Guau!, ¡guau!, ¡Ay no!, contigo no me casaré porque ese ruido me asusta mucho.

 Muy apenado se fue el perro y apareció un cerdo.  Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?.
Y la ratita le dijo: No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces?. ¡Oink!, ¡oink!. ¡Ay no!, contigo no me casaré, que ese ruido es muy ordinario y eso no va conmigo.

 El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo??. Y la ratita le dijo: No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?. Y el gatito con voz suave y dulce le dice: ¡Miau, miau!. Ay sí, contigo me casaré que tu voz es muy dulce.

 Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz, a quien también le encantaba mirarse en el espejo. Como eran tal para cual los dos juntos fueron felices y comieron perdices.
  Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

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