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LA REINA DE LAS NIEVES

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Había una vez un ogro que creó un espejo que hacía ver todo lo bueno como feo y perverso. Hizo volar el espejo para dejarlo caer y quebrarse en fragmentos de cristal en la Tierra. Si uno de esos fragmentos alcanzara los ojos de alguien, todo lo vería mal y si se alojara en su corazón, este se volvería tan frío como el hielo.

En una ciudad vivían dos niños que tenían una amistad. La niña, Gerda y el niño, Kai. Sus padres habían construido en las ventanas de sus habitaciones unas jardineras.

Se pasaban el día sentados frente a la ventana contemplando que crecían vegetales y rosas. Sin embargo, ese deleite les era negado durante el invierno.

Fue entonces que la abuela de Kai les contó la historia de la Reina de las Nieves:

Durante aquella misma noche, Kai se quedó mirando la nieve. De repente, los copos se unieron unos a otros formando la blanca silueta de la reina. Una ráfaga de viento sopló fragmentos del cristal malvado directamente en sus ojos y en su corazón. El verano no tardó en regresar, pero para Kai, el hermoso jardín en su ventana parecía hojas de espinaca hervidas. Entonces, tomó la jardinera con fuerza y la lanzó al vacío.

-Abuela, no quiero volver a escuchar tus historias, tampoco quiero jugar contigo, Gerda. Con el pasar Kai se montó en su trineo en medio del camino pasó cerca de él un trineo de hielo conducido por una hermosa mujer. Kai la reconoció: ¡era la Reina de las Nieves!

— Iremos de paseo por la tierra y el cielo —dijo

Nunca antes la Reina de las Nieves había conocido a alguien con un corazón tan frío.

Sin embargo, a partir de ese instante, no se supo más de Kai. Sin una mejor explicación, pensaron que Kai había caído al río.

ó el verano para que el río se derritiera. Entonces, acudió para ofrecerle sus zapatos a cambio de Kai. El río le respondió:

— Tu amigo no está entre mis aguas.

— Súbete al bote, te ayudaré a encontrar a tu amigo.

Entonces Gerda se subió y navegó hasta llegar a una casa.

— Este es tu destino -dijo el río-

Gerda llegó y caminó hacia la casa donde una anciana descansaba.

— Le ruego me disculpe -dijo Gerda-, el río me ha traído porque usted sabe dónde se encuentra mi amigo.

— Te aconsejo que le preguntes a las palomas, ellas vuelan hasta los lugares más remotos.

— Palomitas, ustedes saben dónde se encuentra mi amigo Kai.

— ¡Sí, sí, lo sabemos! él vive en el palacio de la Reina de las nieves. Sigue nuestro vuelo.

Gerda siguió a las palomas. Gerda vio a un niño jugar con pedazos de hielo. Ese niño de corazón frío era Kai, ¡por fin lo había encontrado!

— Kai, he viajado para encontrarte.

Gerda corrió hacia su amigo, se le arrojó al cuello y lo abrazó fuertemente, pero Kai la había olvidado. Gerda no pudo contener las lágrimas, una de ellas cayó sobre el pecho de Kai derritiendo el hielo de su corazón. En ese momento, Kai también lloró y con sus lágrimas salió el cristal malvado: ¡Kai volvió a ser el mismo!

— ¡Gerda, mi querida amiga! ¡Qué alegría tan grande volver a verte! ¿Dónde has estado? ¿Dónde he estado yo?

Muy felices, regresaron a sus casas, nada había cambiado a excepción de un detalle: se habían convertido en personas mayores.

En las jardineras de las ventanas todavía había vegetales y rosas, Gerda y Kai se sentaron en sus dos sillas. Seguían siendo niños en su corazón.

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