El tío de Leoncito había sido un importante comandante en la pasada guerra y solía contar a su sobrino sus más renombradas hazañas militares. A pesar de que a Leoncito no le agradaban mucho los relato
El tío de Leoncito había sido un importante comandante en la pasada guerra y solía contar a su sobrino sus más renombradas hazañas militares. A pesar de que a Leoncito no le agradaban mucho los relatos de violencia que su tío le contaba lo escuchaba siempre con mucha atención, respeto y cortesía. Cierto día éste le regaló a su sobrino una corneta, la misma que había usado en el ejército para llamar a filas a los soldados.
Entusiasmado con el sonido tan potente y original de la corneta, nuestro pequeño personaje se la pasaba todo el día tocándola, sin darse cuenta de la desesperación que ello ocasionaba entre sus vecinos del bosque, especialmente en los pájaros. En efecto, estos animales son muy sensibles a cualquier sonido; por esa razón, el estrépito tan desagradable creado por la corneta podía volverles locos, sin exagerar un ápice, amigos.
Tal fue el caos creado en el bosque por Lencín y su corneta que éste fue multado en dos ocasiones y obligado, finalmente, a tocar sólo en lugares no habitados por animal alguno. Con el tiempo Leoncín llegó a darse cuenta de que la corneta no era, precisamente, un agradable instrumento musical. Cuando se cansó de ella, los pajarillos del bosque respiraron, aliviados, e invitaron a Leoncín a la fiesta que organizaron con este motivo.
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