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“Paciencia…” ¡Lo que todo padre necesita tener!

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Como cada tarde María se prepara para ayudar a su hijo Carlitos de 8 años en su tarea; pero esta vez requerirá tener el doble paciencia pues es la materia donde más “sufre” el niño, la gramática.

Como cada tarde María se prepara para ayudar a su hijo Carlitos de 8 años en su tarea; pero esta vez requerirá tener el doble paciencia pues es la materia donde más “sufre” el niño, la gramática. Todo parecía ir normal hasta que su hijo tuvo dificultad en deletrear la palabra A-S-T-R-O-N-A-U-T-A., la cual ya en tareas anteriores había deletreado. María le explicó varias veces como hacerlo pero cuando éste simplemente no entendía ella explotó gritándole: “Piensa niño, y deja de actuar como un tonto”…

Perder la paciencia de forma explosiva no deja mas que sentimientos negativos en el niño, que al irse acumulando, provoca serios problemas tanto psicológicos como sentimentales en él.

¿Qué hacer cuando perdemos la paciencia?

La paciencia es algo tan fácil de perder y tan difícil de encontrar, pero a veces es esencial cuando se trata de lidiar con niños. Para cultivar la paciencia, Jon Kabat-Zinn, experto en Relaciones Interpersonales y Reducción del Estrés de la Universidad de Massachusetts, aconseja practicar el arte de concentrarse en lo que estemos haciendo. Solemos fallar en esto con niños que son lentos o remolones porque nuestra mente está ocupada casi siempre en otra cosa; por ejemplo, en los problemas del trabajo. Para la psiquiatra canadiense Freda Martin, ser paciente a menudo es una opción. Uno elige prestar atención a algo porque sabe que es importante; por ejemplo, esperar largo tiempo en línea para cambiar su cheque a pesar de que las cajeras no se apuran. En esta situación usted decide ser paciente pues necesita dinero. Pero qué pasa cuando tiene que ser paciente con su hijo a la hora de enseñarle cierta cosa; deja de insistir pues considera que tiene mejores cosas que hacer que estarse enojando.

¿Por qué es más fácil ser pacientes con otras personas que con nuestros hijos?

En parte, porque los niños no pueden defenderse. Tenemos mucho poder sobre nuestros hijos, y es fácil abusar de él, en cambio si somos impacientes con otros, es muy probable que nos lo reclamen. El objetivo es evitar perder el control de la situación y de nuestras emociones. La impaciencia es un sentimiento negativo, y el peligro es dejarse arrastrar por él. A continuación le presentamos algunos factores importantes que necesita saber para conservar la paciencia.

La Comunicación; ¡es muy importante!

Aunque parezca ilógico la impaciencia a veces es producto de la falta de comunicación. Karen, madre de dos adolescentes, Meghan, de 15 años, y Lauren de 11. Refiere que una de las cosas que la sacaban de quicio era la aparente negligencia de las chicas respecto al orden en la casa. Todo el tiempo me tropezaba con sus mochilas que dejaban donde se les daba la gana. “Me enfurecía con ellas y les gritaba que eran unas inconscientes y que necesitaban ser mas ordenadas”, dice. “Pero luego, finalmente, ¡puse ganchos en la pared junto a la puerta de entrada y les pedí que las colgaran ahí! Mis hijas comentaron: “Nunca nos dijiste dónde teníamos que ponerlas”. Una pequeñez, pero resultó un gran remedio.

Controle sus Impulsos

Si tiende a reaccionar de manera impulsiva, corre riesgo de frustrarse fácilmente. Necesita aprender a reconocer las señales de que está perdiendo la paciencia y calmarse. Hacer una pausa es la primera medida que conviene tomar. Cuando sienta que esta perdiendo la paciencia inmediatamente vaya a otro cuarto, respire profundamente o cuente hasta 10; entonces decida qué hacer y hágalo. Después de esto se sentirá más despejada y podrá tomar una solución razonada. Sea Tolerante… pero no tanto Por supuesto, es imposible ser paciente todo el tiempo, y tratar de ocultar la frustración fingiendo calma, por eso es conveniente hacerles ver a nuestros hijos que su mala conducta nos irrita, pero es importante poner atención a nuestra impaciencia porque es una luz roja: una señal de que algo anda mal y hay que corregirlo.

“Tras mi intolerante reacción con Carlitos me levanté, salí a la calle a caminar un poco y, cuando regresé, le dije: Lo siento, estoy cansada y no debí desquitarme contigo y ….” Funcionó. Deletreó bien la palabra y las dos nos sentimos mejor.

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