Bueno, pues ya pasó la euforia. Todos nosotros fuimos testigos y muchos los protagonistas de unas elecciones ejemplares que ya forman parte de la historia. Ahora, necesariamente llega el momento de re
Por: José Martín Sámano
Bueno, pues ya pasó la euforia. Todos nosotros fuimos testigos y muchos los protagonistas de unas elecciones ejemplares que ya forman parte de la historia. Ahora, necesariamente llega el momento de reflexión acerca de lo que nos espera a los hispanos durante la nueva administración demócrata. Si como lo deseamos, Barack Obama resulta ser una persona agradecida con los votantes que lo llevaron a obtener el triunfo, entonces podríamos pensar que el trato del próximo presidente hacia nuestra comunidad tendría que ser más amable que lo que fue durante el nefasto periodo del que se va. Los números no mienten.
De acuerdo con varias encuestas como la del Hispanic Pew Center, Barack Obama recibió dos terceras partes del voto latino a nivel nacional (66%). Según expertos, fue precisamente gracias a ello que pudo alzarse con la victoria en Estados y Ciudades que hasta ahora habían sido consideradas como bastión de los republicanos, como sucedió en Florida. Recordemos que durante su campaña, Obama siempre se declaró en contra de una amnistía general, pero en cambio prometió trabajar a favor de una Reforma Migratoria “desde el primer día de su administración”. Esto, siempre y cuando los beneficiados demostraran
que no tienen antecedentes penales, que aprendieran inglés, que pagaran multas y que “pasaran a formarse al final de la fila”.
De igual forma, ofreció acabar con las redadas, otorgar más visas para familiares de ciudadanos y dar licencias de conducir a los indocumentados. En principio, todo esto suena muy bien y seguramente ayudaría a que nuestra gente pudiera dedicarse en cuerpo y alma a seguir trabajando en este país para salir adelante. Pero no debemos olvidar que a las promesas de un político en campaña -sea del partido que fuere-, muchas veces se las lleva el viento y a la hora de la hora puede salirnos con que “dijo mi mamá que siempre no”. Por eso sería tan importante que dentro de su gabinete, Obama incluyera a un hispano de peso en la política. En lo personal, me gustaría muchísimo ver a Bill Richardson, actual Gobernador de Nuevo México, en un puesto tan importante como el de Secretario de Estado.
Richardson – quien por cierto cumplió 61 años el pasado sábado 15 de noviembre, ha sido congresista, Embajador de Estados Unidos ante la ONU, Secretario de Energía, candidato al Premio Nobel y aspirante demócrata a la presidencia.
Su nombre viene sonando fuerte para esa posición tan importante que en muchos otros países equivale al de Secretario de Relaciones Exteriores. Imagínese usted a Richardson estrechando lazos ¡¡¡por fin!!! con México y el resto de Latinoamérica. Imagínelo como interlocutor, no sólo en materia de inmigración sino en todas las cuestiones que afectan a nuestra comunidad. El señor tiene las tablas, las credenciales y la simpatía del virtual Presidente Electo (Recordemos que hace unos meses causó gran polémica cuando dijo que dejaba de apoyar a Hillary Clinton para favorecer a Obama). Curiosamente, la propia Hillary también suena para ocupar la Secretaría de Estado. De cualquier forma, es de esperarse que Richardson forme parte del equipo de trabajo de Obama. Y eso, Digan lo que Digan, sería una muy buena noticia para todos los hispanos.
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