Los investigadores creen que la cuarentena y el distanciamiento puede afectar a los niños por el resto de sus vidas
Las circunstancias particulares que vive el mundo desde el inicio de la pandemia del covid-19 han llevado a los científicos e investigadores a estudiar los efectos de la cuarentena en casi todos los aspectos de la vida de las personas.
Una de las áreas que más ha llamado la atención es la que se refiere a las consecuencias del confinamiento en los niños y su desarrollo. Proteger la vida de los niños y buscar la forma de mitigar las consecuencias negativas de la cuarentena en el hogar debe ser una prioridad. Si esto no se hace, los episodios depresivos y/o ansiosos, las dificultades en el neurodesarrollo, los trastornos por estrés postraumático, serán, como se ha definido en varios países, la próxima pandemia.
Así fue que el neurocientífico Philip Fisher inició una investigación en la que envió una encuesta a mil familias con niños pequeños. En principio los cuestionarios eran semanales y luego quincenales. Su interés era saber cómo los chicos estaban sobrellevando los cambios.
En un inicio, los padres relataban las regresiones que experimentaban sus hijos. Aquellos que ya habían aprendido a usar el baño de repente empezaron a mojar sus camas de nuevo, los pequeños que ya dormían toda la noche no podían descansar bien.
Pero los efectos continuaron con el paso de los meses. Para el verano los chicos ya sufrían el síndrome de la cabaña (miedo a salir de casa), se sentían alejados de sus amigos y sus rutinas habían cambiado tanto que el impacto en su salud emocional se empezó a agravar.
“Para la semana 12 del confinamiento, 79% de los padres de niños menores de cinco años dijeron que sus hijos estaban más inquietos y rebeldes. 41% de los hijos también se sentían más ansiosos y temerosos.
Según Fisher, los niños “cargarán con estas experiencias durante el resto de su vida y no va a ser algo bueno”. El investigador cree que es muy posible que después de meses de pandemia, la salud mental y emocional de los padres también ha sido afectada al punto de que, incluso los padres más abnegados, se sienten sobrepasados.
“Décadas de investigación han mostrado que la presencia de un cuidador atento durante los primeros años de la niñez, cuando el cerebro es muy plástico y está en desarrollo, es clave para el crecimiento de los niños”, dice el neurocientífico. Esto es aún más importante cuando los niños crecen en entornos de adversidad donde existe abuso, privación, pobreza, negligencia y otros tipos de estrés tóxicos.
Pero con padres agotados, es muy probable que los niños no reciban la atención que necesitan o de la forma que ellos requieren. Así se empezarán a evidenciar problemas cognitivos, de aprendizaje, impulsividad, agresión, apatía, falta de interés, entre otros problemas a corto y mediano plazo. En el futuro incluso se aventura a predecir que muchos no solo tendrán problemas de adicciones, abuso de sustancias, dependencia emocional, trastornos alimenticios, entre otros, sino que éstos se agravaran con respecto a los que se tienen hoy.
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