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¿Los peces voladores vuelan? ¿El rojo protege contra el mal de ojo?

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A través de la historia han surgido muchas Patrañas que con el correr del tiempo la misma gente las acepta y adopta como Verdades, estas son algunas de ellas….

A través de la historia han surgido muchas Patrañas que con el correr
del tiempo la misma gente las acepta y adopta como Verdades,
estas son algunas de ellas….

LOS PECES VOLADORES, VUELAN

Existen unas cien especies diferentes de peces a los que comúnmente
se les denomina “peces voladores”; sin embargo, ninguno de
ellos realmente vuela!

En realidad, estos peces, que poseen grandes aletas pectorales semejantes
a alas pueden deslizarse sobre la superficie del agua a unas
13 ó 15 millas por hora, en intervalos de cerca de 200 yardas. Algunas
veces han ido a parar sobre la cubierta de los barcos. Por lo
general este tipo de deslizamientos son un esfuerzo por escapar a sus
depredadores, particularmente los delfines.

El Color Rojo, Contra el Mal de Ojo

En el siglo XVIII se creía en toda Europa que el color rojo, símbolo
de la sangre y de la salud, preservaba a cuantos con él se vestían.
En Italia las novias se cubrían la cabeza con grandes velos rojos. En
Rumania los bueyes llevaban trapos rojos atados a los cuernos. Los
labradores escoceses ataban con hilo rojo a los rabos de sus reses
cintas rojas o cruces de madera de fresno sagrado. Pero tal vez la
costumbre mayormente difundida, es que el colo rojo protege contra
el mal de ojo, por eso en la Edad Media, en la Europa central, a los
niños desde que nacían se les colgaba de alguna parte de su cuerpo,
un cordel de color rojo, para que los protegiera contra ese mal. Esta
inexplicable costumbre, que es una patraña convertida en verdad, se
ha preservado hasta nuestros días, en muchas poblaciones de nuestros
países.

ANTIDOTO: LA SOGA DEL VERDUGO
Otra de las extrañas costumbres que en la antigüedad se tenía y que
era una verdad irrefutable, es que en los días de las ejecuciones públicas;
el espectador que se creía embrujado le compraba al verdugo
una soga usada y la quemaba hasta reducirla a cenizas. Después las
mezclaba con agua fría y se tragaba aquella amalgama de agua y
cenizas, esto se hacía “para verse libre del mal de ojo”. Los persuadidos
de que sus desgracias se debían al mal de ojo procuraban
zafarse de la maldición arrojando agua sobre las huellas de los pies
del posible autor de sus males.

En la actualidad persisten temores parecidos y en cualquier nación.
Por ejemplo, en las Naciones Unidas, hay delegados que apartan el
rostro cuando su vista tropieza con algún elemento decorativo que
recuerde ojos.

La angustia de muchos ha propalado la idea de que los pavos reales,
que un día habitaban el césped de los jardines de la sede de
las Naciones Unidas en Nueva York, fueron retirados para evitar el
mal de ojo. Pero la realidad es más prosaica. Los pavos reales eran
importados y no se adaptaron al clima neoyorquino… Simplemente
murieron y nunca fueron sustituidos; esto ha sido todo.

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