Cuánto más información se busca en el caso del Secretario de Justicia, Alberto A. Gonzáles, más ropa sucia se encuentra en su ropero. Empero, los trapos sucios no parece que le pertenecen, sino que
Cuánto más información se busca en el caso del Secretario de Justicia, Alberto A. Gonzáles, más ropa sucia se encuentra en su ropero. Empero, los trapos sucios no parece que le pertenecen, sino que son de otras dos personas poderosas de la Casa Blanca. Dentro del ropero de Gonzáles también se encuentran unas botas fétidas de vaquero. ¿De quién serán? Pobrecito Gonzáles. Parece que va a tener que pagar por las ropas sucias de otras personas. Cuando el Secretario de Justicia dio orden de despedir a ocho fiscales federales, él no supo los motivos por qué lo estaban haciendo. Dijo que era por cuestiones profesionales, pero en la Casa Blanca dicen que no funcionaron como el Presidente quería.
Mientras el Senado debatía el nombramiento de Gonzáles cerca de dos años atrás, escribí lo siguiente: “Gonzáles evidentemente demuestra ser el producto de una agenda maquiavélica de Bush de tener a su alcance personas cercanas con los mismos tintes políticos e ideológicos”. Lo acontecido con los fiscales federales recientemente demuestra claramente ese hermetismo político dentro de su gobierno. Desde su inicio y probablemente hasta el término de su gestión, el Presidente W. Bush ha obligado a su equipo de trabajo a mantener una postura política e ideológica indisputable. No le gusta que contradigan sus planes, mucho menos que los cuestionen.
Algunos de los fiscales federales que fueron despedidos hicieron precisamente eso. Contradecirlo, seguir una línea de trabajo no partidaria, enjuiciando a sus aliados por actos de corrupción, cohecho, abuso, despilfarro de dinero, etc. Vergüenza. Si señores es una vergüenza que la Fiscal de San Diego, Carol Lam, por ejemplo, haya sido despedida por seguir un proceso de investigación contra la corrupción de miembros del Partido Republicano. Lam lideró un caso penal contra Randy “Duke” Cuningham, ex representante Republicano de Rancho Santa Fe, quien fue hallado culpable por actos de corrupción contra el Estado por aceptar “mordidas” de gente inescrupulosa y por evitar impuestos. Cuningham fue sentenciado con más de ocho años de cárcel. Otros dos asociados de Cuningham también estaba en la mira de la fiscal Lam. El contratista de las Fuerzas Armadas Brent R. Wilkes y su amigo Kyle Dustin Foggo, quien hasta el año pasado había sido un agente importantísimo de la CIA. En vez de que le premien, el gobierno de Bush prefirió despedir a la juez fiscal en diciembre del año pasado.
A pesar de todo, Lam logró denunciar los actos de corruptelas de Wilkes y Foggo. De manera que sus casos están en proceso de juicio. Otro caso sonado y también vergonzoso es la despedida del fiscal de Little Rock, Arkansas, H.E. Bud Cummins. Tal parece que el consejero político más importante del equipo de Bush, Karl Rove, quien también estuvo inmiscuido en otros problemas legales, había “solicitado” (parece más bien que fue una orden) a la Secretaría de Justicia que le hagan “campito” en la fiscalía de Little Rock para que su amigo Timothy Griffin ocupe el cargo de juez fiscal.
Desde todo punto de vista, estos dos hechos y probablemente los otros seis cargos son situaciones claras de corruptela que, sin embargo, son técnicamente legales en la forma cómo están establecidas las reglas del juego de nuestro sistema político. Lo triste del caso es que el Procurador de Justicia Gonzáles está en un aprieto que tal vez ni siquiera él los ha cometido. En una de las primeras declaraciones, el Presidente Bush trató de mantenerse alejado del conflicto. No mostró apoyo a Gonzáles. Sin embargo, cuando vio que su gurú político, Karl Rove, y su amiga incondicional Harriet E. Miers, a quien ofreció un puesto en la Suprema Corte de Justicia, estaban siendo cuestionados, entonces el Presidente recién empezó a mover los hilos del problema. Mientras tanto, para el pobre Gonzáles su trabajo en la Secretaría de Justicia, por mucho que se arrepienta, disculpe o llore, está a unos pasos de concluir. Su ineptitud no tiene perdón.
Finalmente, los fiscales despedidos pecaron por su honradez y ahora son víctimas del hermetismo de la Administración Bush. El senado de la nación tiene la facultad de exigir declaración bajo juramento a estas dos personas, para que empiecen a lavar sus trapitos sucios a plena luz del día. Dr. Humberto Caspa es Profesor adjunto en la Universidad Estatal de California Long Beach. E-mail: hcletters@yahoo.com.
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