Hace poco más de 2500 años, amanecía el 12 de septiembre del año 490 antes de nuestra era, el ejército persa se acercaba a Grecia con intención de conquistarla. El ejército griego se preparaba a defenderse. Se encontraron en la llanura de Maratón, y no les resultaron los planes a los persas. Pero aquella batalla se recuerda más que por el triunfo griego, por la memorable carrera de un soldado “correo” griego desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria.
La leyenda impuso que el soldado que corrió fue Filípides, pero, todo parece indicar que no fue él, sino otro, si lo hubo.
Si leemos con calma a historiadores como Heródoto y Plutarco, podremos entender cómo fue la confusión.
En aquella famosa batalla de Maratón, como sucedía con todas, los ejércitos tenían correos que iban y venían a la carrera con distintos recados, ya fuera entre los generales o entre las ciudades. Eran corredores profesionales, llamados hemeródromos, bien entrenados y que podían usar todo tipo de estimulantes sin que hubiera nadie que se los impidiera, porque aquello no era competencia, sino necesidad de la guerra.
Filípides, el nombre que pasó a la leyenda, no fue a Atenas, sino a Esparta. Recorrió los 120 kilómetros de ida con el encargo de pedir ayuda a los espartanos para hacer frente a los persas que acababan de desembarcar en Maratón y que se acercaban amenazantes y poderosos; iba Filípides con la esperanza de regresar con la ayuda. Pero resulta que en Esparta tenían las fiestas patronales, las Carneas, que coincidían con la luna llena y en las que estaba prohibido luchar; así que Filípides recorrió los 120 kilómetros de regreso y ahora con la mala noticia a cuestas, que tenía que llevar al campo de Maratón. Según parece por la historia, hasta allí reside el mérito de Filípides, y no fue poco, recorrer esa distancia montañosa en dos días y no morir es una hazaña.
De ser verdad, el correo que fue hasta Atenas para anunciar la victoria sobre los persas sólo recorrió 40 kilómetros, y fue éste el que, según la leyenda, cayó derrengado y muerto después de gritar «¡hemos vencido!» Para que los atenienses no fueran a incendiar su ciudad, como tenían acordado hacer en caso de perder la batalla, para que los persas no encontraran nada de valor.
El primer relato conocido sobre una carrera de Maratón a Atenas se encuentra en la obra del escritor griego Plutarco (46-120), en un escrito titulado A la gloria de Atenas. Plutarco atribuye la carrera a un heraldo llamado Tersipo o Eucles. Un siglo después, Luciano, la atribuye a Filípides. Parece probable que, en los 500 años transcurridos desde la época de Heródoto a la de Plutarco, se haya confundido la historia de Filípides con la de la Batalla de Maratón, y que algún escritor haya inventado la historia de la carrera de Maratón a Atenas.
Aunque es probable que un corredor de haya adelantado, lo que se cree es que, después de la batalla de Maratón y la huida de los persas, todo el ejército ateniense haya corrido a defender la ciudad, pues temían que los persas, recién embarcados en sus navíos tras su derrota en Maratón, podían rodear la península Ática en poco tiempo y tomar la indefensa Atenas. Pero para cuando los persas avistaron la ciudad, los soldados griegos ya habían llegado a ella y, viendo que la ciudad estaba bien defendida decidieron dar media vuelta y volver a Persia abandonando sus intentos de conquista. Así pues, la proeza de la carrera de Maratón a Atenas debería atribuirse al atlético ejército ateniense que corrió a toda prisa, para defender su distante ciudad.
Muchos atribuyen equivocadamente esta historia al historiador Heródoto, que relató las Guerras Médicas en su libro Historia (escrito alrededor de 440 a. C.). En realidad, la historia tradicional parece ser una combinación de diferentes fuentes griegas antiguas que gozan de diversos grados de autenticidad.
Lo cierto es que la batalla de Maratón fue una gran batalla de la antigüedad y se recuerda en todo el mundo con las carreras que llevan su nombre.
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