Modas vienen, modas van, pero hay una que sin duda ha perdurado: “el uso de aretes”… Las antiguas civilizaciones ya usaban aretes como símbolo de nobleza y poderío.
Las perforaciones, que a los padres ponen los nervios de punta, han dejado de ser algo estético para convertirse en un grito de incomprensión e inconformidad de muchos jóvenes
Modas vienen, modas van, pero hay una que sin duda ha perdurado: “el uso de aretes”… Las antiguas civilizaciones ya usaban aretes como símbolo de nobleza y poderío. En la Edad Media seguía siendo moda entre los nobles, aunque para esta época algunas cortesanas también los usaban. Y la moda siguió así por cientos de años. Aretes de diferentes formas, tamaños y materiales se podían conseguir, pero siempre para usarse en el lóbulo de la oreja. A principios de los 90’s la moda cambió un poco y se empezaron a usar varios aretes a lo largo de las orejas. Luego siguió el pequeño arete en la nariz y después en el ombligo. Pero la moda siguió cambiando y llegaron los llamados piercings o pendientes entre los jóvenes, cuyo uso inicial fue en el rostro para después pasar al cuerpo… y en años recientes degeneró hasta posarse en partes del cuerpo totalmente inimaginables.
El problema es que durante los últimos años el uso de estas argollas o aretes entre los jóvenes más que como una forma de verse bien o diferente, lo están usando como una forma de llamar la atención y peor aún, de demostrar su rebeldía.
UNA MANERA DE REBELDIA
Dejarse taladrar el cuerpo para estar a la moda o para llamar la atención, resulta desproporcionado y puede salir demasiado caro, aunque cierto es que resulta efectivo.
Al respecto, el doctor en filosofía, Carlos Goñi Zubieta, asegura que los pendientes no se ponen, sino que “salen”, crecen desde dentro, desde el inconformismo de muchos jóvenes que sienten que no tienen quien les escuche. De pronto llegan a casa, abren la puerta y dicen: “Papá, me ha salido un pendiente”. Eso quiere decir que sólo han sido capaces de expresar su rebeldía de esa manera, que no les han enseñado otra, que no pueden decirlo con otras palabras. Quieren mostrar que ya no hace falta que se les grite, ni que les regañe, que ya de nada sirve
preguntarles el por qué o echarles de casa; porque los agujeros que les han salido demuestran que han llegado demasiado tarde.
Es así como la rebeldía juvenil toma la forma de pendiente, argolla o anillo en el cuerpo. Su rebeldía, ignorada y apagada, como un catarro mal curado, comienza a dejar sus secuelas, muchas veces irreversibles.
EL PIERCING… UNA MODA PELIGROSA
La utilización de los piercings entre los jóvenes preocupa a los expertos, tanto como molesta a algunos padres, a unos por las complicaciones de salud que en ocasiones de ellos se derivan, aunque se hagan en establecimientos autorizados y que pueden suponer una nueva carga para el Sistema Nacional de Salud. Según un estudio publicado en el British Medical Journal, una de cada 10 personas, la mitad de ellas chicas jóvenes, tienen un piercing en alguna parte del cuerpo distinta del lóbulo de la oreja. Y más de una de cada cuatro de esas personas se queja de complicaciones como inflamaciones, infecciones y flujos de sangre. Y esto se complica más cuando algunos chicos, por falta de recursos o por miedo, acuden a los locales no especializados en piercing y con poca higiene o peor aún, corren mayores riesgos al dejar que se los hagan sus amigos. Entre esos riesgos el de mayor peligro es el de contraer la infección de hepatitis, advierten los expertos.
QUE DEBEN HACER LOS PADRES
Pero si a los expertos les preocupa las posibles consecuencias en la salud de los jóvenes que se perforan lo mismo la ceja, que la lengua, los pechos o incluso sus partes íntimas para colocarse piercings, a los padres debiera preocuparles esa actitud, que de alguna manera es un grito de inconformidad y rebeldía y es la forma ‘indirecta e inconsciente’ de decir a los adultos que necesitan atención, compañía, amistad, amor.
Precisamente por eso, para los padres debe ser importante considerar que la adolescencia inicia entre los 10 y 14 años, si bien continúa hasta los 19 ó 21, y es un periodo en el que preocupan infinidad de cosas, como el molesto acné, peso corporal, llegada de la menstruación, sexualidad, presión escolar, aburrimiento, ‘sermones’ de los padres y problemas financieros. Además, es común que el joven luche por ser independiente y resienta la protección excesiva de sus progenitores, situación que normalmente deriva en discusiones.
Tome en cuenta que cuando algún aspecto del comportamiento del hijo causa preocupación, el primer paso es hablar con él, pues con una comunicación eficaz es posible poder detectar todo aquello que tanto les molesta y así entender la necesidad de independencia del joven.
Rebelarse contra los padres durante la adolescencia se considera como algo normal, sin embargo hay límites y formas, y cuando dicha conducta no sólo persiste después de dialogar, sino que además, hay alto grado de agresividad es indispensable poner las cartas sobre la mesa y analizar que tan responsable sea usted de la conducta de su hijo/a, en cuyo caso es recomendable buscar la ayuda profesional para ambos, padre e hijo.
Recuerde que cada caso es diferente y que si bien los especialistas le ayudarán a encontrar una solución satisfactoria, ésta no será de la noche a la mañana.
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