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POBRE CASA BLANCA

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Para chicos y grandes entrar a los confines de la Casa Blanca siempre ha sido un sueño. El solo hecho de mirar desde la distancia a este edificio histórico, donde se aposentaron cada uno de los presidentes -empezando por John Adams- es por sí solo una meta cumplida. Muchos cumplimos ese objetivo y ahora vivimos para contarla.

Sin embargo, hoy este lecho de prodigiosos personajes de la política nacional y mundial ya no es el edificio de antes. La Casa Blanca ha perdido —por lo menos momentáneamente— el aura, diríamos que ‘casi celestial’ que le acompañó en diversas ocasiones cuando estrellas de cine, figuras famosas del deporte, científicos, políticos de todas partes del mundo, entre muchos otros, desfilaron por sus pasadizos para sólo estrechar la mano del presidente de la República.

Hoy, ese lugar majestuoso está hecho en un palacio de fantasmas.  En sus entrañas se mueven, de un lado para el otro, especialistas en la destrucción de coronavirus, los fantasmas microscópicos que invadieron este edificio desde el momento en que fue presentada Amy Coney Barret, aspirante a la Corte la Suprema de Justicia, en pleno Rose Garden.

Allí estuvieron las figuras políticas más importante del Partido Republicano, incluyendo el presidente y el vicepresidente haciendo gala del nombramiento de la potencial magistrada.  Todos estaban desprotegidos; no llevaban tapabocas o máscaras, tampoco guardaron el distanciamiento necesario para evitar cualquier accidente.

No se sabe por quién empezó, pero el hecho es que, del montón que se reunió en las afueras de la Casa Blanca, más de dos centenares de personas se contagiaron del coronavirus.  Ahora, los preocupados no son tanto las personas que se infectaron, sino sus familiares, sus hijos/as, sus padres, abuelos y amigos. Son ellos quienes van a sufrir el hecho del peligro de vida que acecha a sus seres queridos.

Aunque parece ser que el contagio de los dirigentes del Partido Republicano inició la tragedia de la Casa Blanca, el problema se originó casi cuatro años atrás, cuando Donald Trump hizo su entrada al recinto.

Desde su llegada empezó a crear enemigos y generar políticas que despertaron la preocupación de la Madre Tierra. Desde que el gobierno de Trump decidió abandonar el Acuerdo de París, desproteger las amazonas al apoyar el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, no apoyar el esfuerzo contra el calentamiento, entre otras políticas destructivas, despertó la ira de la naturaleza.

Las políticas de Trump pusieron al ser humano contra la Madre Tierra. En este tipo de peleas, la segunda siempre gana. Por eso se pudiera decir que la Casa Blanca está convertida en un lecho abandonado

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