En mi doble profesión como profesora y asistente médica, he trabajado con numerosos niños infectados a causa del sida. Las relaciones que he tenido
En mi doble profesión como profesora y asistente
médica, he trabajado con numerosos niños infectados
a causa del sida. Las relaciones que he tenido
con estos niños especiales han sido grandes regalos
para mí, me han enseñado muchas cosas, pero
en especial he aprendido que podemos encontrar
un gran valor en los más pequeños, permítanme
que les hable de Miguel Angel:
Miguel Angel nació con el virus VIH, su madre
también estaba infectada. Desde el inicio de
su vida dependía de los medicamentos que le permitían
sobrevivir. Cuando tenía cinco años le insertaron
quirúrgicamente un tubo en una vena del
pecho, este tubo estaba conectado con una bomba
que él llevaba en una pequeña mochila en la
espalda, los medicamentos estaban conectados a
esta bomba, y se administraban continuamente a
su corriente sanguínea por medio del tubo.
En ocasiones también necesitaba oxígeno extra
para ayudarse a respirar Miguel Angel no deseaba
ceder un momento de su infancia a esta enfermedad
mortal. No resultaba extraño encontrarlo
jugando y corriendo en su patio trasero llevando
puesta la mochila cargada de medicamentos y
arrastrando su tanque de oxígeno detrás de él, en
un carrito pequeño.
Todos los que conocíamos a Miguel Angel nos
maravillamos con su alegría pura por estar vivo, y
por la energía que ésta le proporcionaba. La mamá
del pequeño con frecuencia bromeaba con él diciéndole
que se movía con tanta rapidez que ella
decía que necesitaba vestirlo de rojo para que de
esa manera cuando se asomara por la ventana para
vigilarlo cuando jugaba en el patio, podría verlo
de inmediato.
Esta terrible enfermedad dio fin incluso a los gustos
de una personita tan llena de energía como Miguel
Angel. Enfermo más, y más y por desgracia
su madre también. Cuando fue notorio que él no
sobreviviría la mamá de Miguel Angel le habló
sobre la muerte, lo consoló diciendo que ella también
moriría y que pronto estaría con él en el cielo.
Unos días antes de su muerte, Miguel Angel me
llamó junto a su cama en el hospital y muy serio
me dijo: -Pronto moriré y no tengo miedo, pero,
cuando muera por favor vísteme de rojo-. Mamá
prometió que pronto irá al cielo, yo estaré jugando
cuando ella llegue ahí, por eso quiero que me encuentre
rápidamente…!
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