Históricamente Colombia ha sido un país inmerso en el conflicto. Las guerras familiares y regionales fueron documentadas con exageración en Cien Años de Soledad, obra seminal de Gabriel García Márquez.
Pareciera que el conflicto armado fuera la esencia inmanente de la vida política de Colombia. Sin embargo, actualmente las dos fuerzas opositoras, tanto el gobierno de José Manuel Santos como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, están en un proceso de negociación para que se encuentre una solución duradera al conflicto.
¿Después de tantos intentos, será posible este proyecto de paz? ¿Será posible que las FARC finalmente dejen de utilizar a la fuerza y la violencia como medio de llegar a una sociedad igualitaria y justa?
En 1964, Manuel Marulanda o Tirofijo y un grupo de insurgentes se internaron en la selva y resolvieron crear las FARC, grupo guerrillero con una ideología inclinada hacia los principios filosóficos de Karl Marx. El objetivo principal de las FARC es eliminar completamente el Estado y sus instituciones gubernamentales, las cuales, según el marxismo, benefician a las cúpulas capitalistas.
La guerra civil protagonizada por las FARC-EP, el Estado, grupos paramilitares y el narcotráfico ha dejado un resultado fatal de víctimas. Desde inicios de la década de los 1960, cuando emergieron las FARC, alrededor de 220 mil personas perecieron en los campos de batalla, en las ciudades, las zonas rurales y en la selva. El conflicto armado también produjo miles de desplazados y heridos, secuestros de ciudadanos nacionales y personas extranjeras, incremento del narcotráfico y otros problemas sociales y económicos.
Recientemente, el gobierno de Manuel Santos decidió darle otra oportunidad al proceso de paz para poner fin a la guerra con las FARC. Representantes de las dos partes se reúnen en La Habana, Cuba, bajo un marco de discusión que pretende resolver el conflicto. Los temas a tratar son: política de desarrollo agrario integral, participación política, fin del conflicto, solución al problema de las drogas ilícitas y reparo a las víctimas del conflicto.
Dentro del inciso de “participación política”, los representantes de las FARC han demandado la inclusión de una convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, a través de la cual, no solo se deliberaría y se decidiría una nueva constitución colombiana sino el nuevo rumbo del país.
El gobierno, por el contrario, no está de acuerdo con una Asamblea Nacional Constituyente, pero sí apoyan un plebiscito en plenas elecciones presidenciales del próximo año. En este sentido, las dos propuestas son positivas, pero también son contradictorias.
Tanto el gobierno de Santos como las FARC, deberían encontrar un punto medio. Tal como Jean Jacques Rousseau, filósofo del periodo del Iluminismo, dijo: el nuevo gobierno debería tomar en cuenta a todos los sujetos políticos.
La intención no es de ganar o perder, sino conformar un gobierno democrático participativo. Colombia no puede emprender un gobierno radical dominado por las FARC, ni mucho menos establecer una democracia autoritaria. El objetivo debe ser una democracia participativa.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com.
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine