El cambio climático aumenta las probabilidades de que se produzca una inundación desastrosa de hasta 3 metros de profundidad en el oeste de Estados Unidos.
Si ocurre, será implacable: lluvias torrenciales caerán sobre California en el transcurso de semanas, alcanzando hasta tres metros de agua en algunas zonas. Los ríos, diques, cunetas y otros sistemas diseñados para captar y drenar las precipitaciones se llenarán y desbordarán, inundando las comunidades circundantes. El lodo y los escombros se deslizarán por laderas empinadas, pudiendo arrastrar coches y edificios. Las inundaciones serán generalizadas y pondrán en peligro vidas humanas, causando pérdidas económicas estimadas en un billón de dólares.
Estamos hablando de la ARkStorm, una tormenta hipotética pero “científicamente posible” para California.
Expertos del Servicio Geológico de los Estados Unidos, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), la Agencia Federal de Gestión de Emergencias y varias universidades y agencias estatales desarrollaron este modelo de tormenta basándose en datos de tormentas históricas de los años 1800 y 1900. Aunque hace más de una década que estos investigadores publicaron sus hallazgos, la idea de una ARkStorm se ha popularizado en las redes sociales.
La primera semana de febrero se produjeron tormentas históricas y precipitaciones récord en el estado, con un total de más de 30 centímetros de lluvia en algunas regiones. Nueve personas murieron y numerosas casas quedaron destruidas o dañadas por las inundaciones y los corrimientos de tierra. Pero esto palidece en comparación con un acontecimiento del nivel de una ARkStorm, según Jeffrey Mount, investigador principal del Public Policy Institute of California Water Policy Center, y puede utilizarse como advertencia de la posibilidad de daños mayores en las zonas afectadas.
Lo que haría único a un evento similar a ARkStorm es la naturaleza generalizada del río atmosférico, que se extendería por gran parte de California, así como su estancamiento de varias semanas sobre el estado y los vientos huracanados. Hay ejemplos concretos de este tipo de comportamiento en el pasado, como las tormentas de 1861 y 1862, que provocaron 45 días de lluvias.
nationalgeographic.es
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