Tíbet es una de las cinco regiones autónomas del sudoeste de China, enclavada en el Asia Central, cuya capital es Lhasa. Cuenta con cerca de dos y medio millones de habitantes, cuya población es emine
Tíbet es una de las cinco regiones autónomas del sudoeste de China, enclavada en el Asia Central, cuya capital es Lhasa. Cuenta con cerca de dos y medio millones de habitantes, cuya población es eminentemente budista y su lengua mayoritaria es el tibetano. Al Tíbet se le conoce como “El Techo del Mundo” debido a que se encuentra a una altitud promedio de 4,500 metros sobre el nivel del mar. Está flaqueando al sur por la cordillera del Himalaya y al norte por la de Kunklun; ahí se ubican 8 de las montañas más altas del mundo, encabezadas por el Everest (8 mil 848 metros) y que sirve de frontera entre Tíbet y Nepal. Sus nevados picos son fuente u origen de algunos de los principales ríos del Este de Asia.
En la parte norte hay extensas y desoladas áreas, estepas (llanuras muy extensas y yermas) con escasa vegetación donde habitan pastores con sus rebaños de ovejas, cabras y cabezas de ganado del venerado Yak o buey de largo pelaje.
LA VIDA EN EL TIBET
Adaptados a estas condiciones geográficas, los tibetanos viven en armonía con la naturaleza y sus congéneres, venerando a los elementos naturales y a los espíritus, ya que para ellos en todas las direcciones de este sagrado y diversificado paisaje residen deidades (seres de naturaleza divina) y de las montañas y de los lagos, dioses celestiales y seres serpentinos del inframundo. Consideran que las montañas son los pilares que sostiene la bóveda celeste y que ansían o fijan en la Tierra. Los secos y gélidos vientos, que abaten la región casi sin cesar, dan vida a las ofrendas de incienso, que son un vehículo para poder comunicarse con los dioses (para que transmitan su sabiduría a todos los seres vivientes), a la vez que los vientos internos mantienen en armonía las funciones vitales de su cuerpo. Estas creencias mezclan elementos de la religión originaria Bon y la del Budismo tántrico de la India que llega entre los siglos VII y XI, consolidándose posteriormente con características propias bajo el nombre de Lamaísmo o Budismo Tibetano.
La cultura tibetana es esencialmente religiosa y el arte budista es una de sus partes medulares; se manifiesta en la arquitectura de sus templos y monasterios, en sus ritos, ceremonias y festivales acompañados de música y danza, como en la temática y el colorido de sus elaboradas pinturas, máscaras, mobiliario, textiles, vestimenta, joyas, relicarios, recipientes e instrumentos de diversos materiales. Destacan las piezas hechas en cobre, bronce, oro y plata, por ser la metalurgia una de las artes tradicionales más creativas y apreciadas desde los tiempos prebúdicos hasta la actualidad. Los objetos antes mencionados pertenecen a tres espacios: el hogar con sus tareas cotidianas, el sitio al aire libre donde se llevan a cabo las representaciones durante los festivales, y el monasterio, en cuyo interior se realizan ritos para venerar a sus deidades.
Estos espacios están interrelacionados formando una unidad, porque todas las actividades están vinculadas y a través de ellas se festejan los futuros del trabajo y los ciclos estacionales, eventos que traen consigo continuidad, cambio y renovación a la Tierra y a la comunidad.
SU HISTORIA
Poco se conoce del Tíbet antes del siglo V, pero en el siglo VII un poderoso monarca, Sronbtsan-Gam-po, bajo cuyo gobierno se introdujo el budismo expandió su imperio agregándole territorios del Nepal, Sikkim, India y China. Desde este siglo hasta el siglo X, el Tíbet fue un país independiente en donde la tierra era poseída por familias nobles, monasterios budistas y pequeños terratenientes. Esta forma de sociedad se mantuvo hasta 1930, en donde 700.000 personas eran siervos en una población total de 1,2 millones de habitantes. En el siglo XIII, el Tíbet fue dominado por el Imperio Mongol. Los gobernantes mongoles le dieron gran autonomía secular a la escuela de Saskya del budismo tibetano. Durante tres siglos el Tíbet siguió siendo gobernado por dinastías seculares. En el siglo XVI, Altan Khan de la tribu mongol de Turnet le dio respaldo al gobierno religioso del Dalai Lama, siendo el budismo la religión predominante entre mongoles y tibetanos.
En 1904, los británicos enviaron un fuerte contingente militar y ocuparon Lhasa, forzando en esta forma la apertura de la frontera entre la India y el Tíbet. En 1906 los británicos firmaron un tratado con China en donde el Tíbet se convirtió en un protectorado británico. En 1907 se firmó un nuevo tratado entre la Gran Bretaña, China y Rusia donde se le daba a China la soberanía sobre el Tíbet. En la actualidad si bien existen discrepancias acerca de cuan opresiva es la dominación china en Tíbet, lo cierto es que internacionalmente se considera esta región como parte de China y ningún país extranjero ha reconocido al gobierno en exilio del Dalai Lama. Lo que sí parece ser cierto es que si bien las condiciones de vida en el Tíbet han mejorado considerablemente bajo el régimen chino, la continua inmigración de chinos Han y los estragos de la Revolución Cultural han erosionado seriamente la cultura y las tradiciones del pueblo tibetano.
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