Cuando te encuentres en la situación de tener que afrontar un cambio en tu vida, surgirá inevitablemente el temor a dejar atrás lo conocido y tener que internarte en un terreno nuevo, donde las experiencias anteriores ya no tienen validez y tendrás que encontrar nuevas formas de respuesta para reemplazar a las viejas a las que estabas acostumbrado. En esos momentos, todos experimentamos la tentación de dejar las cosas como están y así evitar por completo los peligros y las complicaciones de lo desconocido.
¿Cuántas veces nos hemos reprochado el no haber hecho o comenzado antes, tareas que sabíamos eran importantes y teníamos que hacer? ¿Cuántas veces hemos estado molestos con nosotros mismos, porque a causa de nuestra pereza ahora tenemos que hacer las cosas apurados a último momento y con un estrés que nos hace doler el estómago o nos hace sentir que quisiéramos llorar? Esa dejadez, por la que casi inadvertidamente vamos dejando las cosas cada vez más atrás en nuestra agenda, tiene un nombre, se llama procrastinación. La procrastinación es la evasión de hacer tareas o actividades que necesitan ser atendidas.
El postergar es en sí un engaño a nosotros mismos que en definitiva termina siendo una agresión. Ello se debe a que nos fallamos no tomando en la práctica medidas para alcanzar aquellas cosas que tanto deseamos y con las que habíamos estado soñando. Todo lo cual, redunda en una pérdida de la propia confianza y en dudas acerca de las propias capacidades.
Una manera hábil de no hacer algo y al mismo tiempo quedar bien con uno mismo, es simplemente posponerlo, dejarlo para más adelante. Es fácil convencerse de que, en realidad, no es que tengas miedo de hacer algo, sino de que lo estás postergando en espera de una mejor ocasión. Cuando eres un estudiante, puedes decir que para hacer ciertas cosas es mejor esperar a que termines tus estudios. Si ya estás trabajando, puedes esperar a que llegue el momento de la jubilación. Si estás soltero, tal vez sea mejor hacerlo cuando te cases, y si ya estás casado, cuando lleguen los hijos. Tener hijos pequeños es un buen motivo para esperar a que crezcan; siempre es posible encontrar algo que nos indique que sería más conveniente dejar para más adelante aquel cambio que habíamos pensado.
De una manera u otra, ya sea que descartes totalmente cualquier cambio o que dejes de hacerlo hasta que aparezca una mejor oportunidad, deberías evaluar detalladamente si lo que estás eligiendo hacer es realmente dictado por la voz de la razón o lo es, en cambio, por la voz del miedo. Si has pensado profundamente en lo que vas a hacer y todos tus razonamientos te encaminan a pensar que no es el momento adecuado para hacer algo, no tiene nada de malo que lo dejes hasta que cambien las circunstancias.
Si lo que te está frenando es el temor a lo que no conoces, tienes que pensar que esta es una reacción natural y que le ocurre a todo el mundo. El miedo no es un motivo válido para dejar de actuar, pero tienes que tomar acción y dejar de postergar las cosas importantes en tu vida.
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