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ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA CUMPLIR LA PROMESA DE LEGALIZAR A LOS DREAMERS

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Hace 12 años, en 2010, en otra sesión de un Congreso saliente y con otro presidente demócrata, Barack Obama, que perdió la Cámara Baja ante los republicanos, hubo un intento de aprobar el Dream Act. El esfuerzo avanzó en la Cámara de Representantes, pero no pudo reunir los 60 votos requeridos en el Senado. En esa oportunidad 36 senadores republicanos y 5 demócratas mataron la iniciativa.

Parecía el momento más adecuado para hacer no solo lo correcto, sino lo que convenía a ambos partidos y a la nación en general. Pero el mal consejo de la ideología y, sobre todo, la actitud de rechazo hacia el “otro” de la parte conservadora ganaron un terreno que hasta la fecha persiste como condena maldita que afecta sobre todo a inmigrantes como los Dreamers.

Obama, en la primera elección intermedia de su primer mandato, sufrió una paliza, que él llamó shellacking. Su Partido Demócrata perdió 63 escaños en la Cámara Baja y, por ende, el control; y también dejó ir 6 asientos en el Senado. Al menos ahora Biden mantuvo el control del Senado, y aunque los republicanos controlarán la Cámara Baja desde enero, sus ganancias fueron mínimas.  Sin embargo, la única constante de este panorama es que seguimos sin ver beneficios para los millones de indocumentados en el país, ni siquiera para los llamados Soñadores que gozan de tanto apoyo entre la población estadounidense.

Son muchos los llamados para que este Congreso, todavía en manos demócratas, apruebe el Dream Act antes de que los republicanos asuman el control de la Cámara Baja el 3 de enero de 2023. Pero esos republicanos han asegurado que medidas que supongan beneficios para los inmigrantes no verán la luz del día; y no es difícil imaginarlo, toda vez que quien se perfila como el próximo presidente cameral, Kevin McCarthy, republicano de California, es del bando de los hasta ahora fieles a Donald Trump. De hecho, ya ha amenazado con con iniciar un proceso de destitución contra el secretario de Seguridad Nacional (DHS), Alejandro Mayorkas.

De este modo, es de anticiparse que en lo que resta de sesión es probable que los demócratas intenten avanzar lo que no hicieron en los pasados dos años; y es seguro que los republicanos bloqueen los intentos. Lo novedoso sería que nos sorprendieran e hicieran lo correcto y al menos avanzaran la legalización de los Dreamers como un “enganche” a la esquiva reforma migratoria. Pero aun así, se comprobaría una vez más que los demócratas siempre dejan todo para la última hora, cuando ya casi no queda más que la esperanza para lograr algo positivo en función del tema migratorio, mientras los republicanos asumen una actitud de haberlo ganado todo, no para el beneficio común, sino exclusivamente para su enclave político, sin darse cuenta de que gobernar para unos es gobernar para nadie.

Ya hemos recitado hasta el cansancio los beneficios de la legalización para este país. Los Dreamers están presentes en todas las facetas de nuestra economía: son consumidores, inversionistas, han abierto negocios y son empleadores. Y con su preparación académica han fortalecido la competitividad internacional.

¿Qué otra prueba de compromiso personal, social, cultural o económico necesita la parte antiinmigrante de Estados Unidos para humanizar no solo a los Dreamers en su concepción, sino para humanizarse ellos mismos de cara a un tema definitivamente también humanitario?

Lo peor del caso es que la acción diferida (DACA) que desde 2012 protege a los Dreamers de la deportación y les concede permisos de trabajo sigue corriendo el riesgo de ser eliminada en los tribunales. Hay 600 mil beneficiarios de DACA y se calcula que otros 400 mil son elegibles, pero no pueden beneficiarse porque un fallo judicial no permite nuevos casos.

La mala fe y la politiquería no son buenos consejeros. Y en el caso de los republicanos, pese a que su extremismo fracasó en las urnas, no parecen tener prisa en abandonar su estrategia política. No es de esperarse, tampoco, que se les ablande el corazón ni los sentimientos para hacer el bien a quien lo necesita, y por ello no nos referimos solo a los Dreamers en este caso, sino a la sociedad estadounidense en general.

De todos modos, la todavía mayoría demócrata debe tratar de cerrar un año donde no les fue tan mal como se anticipaba, impulsando la legalización de los Dreamers para al menos comenzar a hacer realidad tanta promesa incumplida.

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