Don Agustín, un humilde labrador de la comarca, encontró a un águila real atrapada en una red, y tanto le impresionó la belleza del animal que, sin importarle el peligro al que se exponía, cortó la re
Don Agustín, un humilde labrador de la comarca, encontró a un
águila real atrapada en una red, y tanto le impresionó la belleza del
animal que, sin importarle el peligro al que se exponía, cortó la red
y liberó a la cautiva.
El águila, reconociendo tan significativo favor, no tardó en mostrar
gratitud hacia su bienhechor; por eso, al verlo sentado al pie de un
muro que amenazaba con derrumbarse, voló hacia él y con sus garras
le arrancó delicadamente un pañuelo que le cubría la cabeza.
Don Agustín salió en persecución del ave, y el águila dejó caer el
pañuelo en cuanto vio que el hombre se alejó lo suficiente de aquella
amenaza.
Habiéndolo recogido, el buen hombre volvió al lugar donde yacía su
banco, pero para su sorpresa, encontró los escombros del muro en el
mismo lugar en que acababa de estar sentado.
Maravillado de haber sido correspondido en aquella forma, prometió
en su corazón hacer el bien cada vez que se le presentase la ocasión.
Moraleja: Haz el bien, sin mirar a quien!
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