La reciente decisión del presidente Barack Obama de enviar más tropas a la zona de conflicto en Afganistán puede convertirse en un arma de doble filo.
La reciente decisión del presidente Barack Obama de enviar más tropas a la zona de conflicto en Afganistán puede convertirse en un arma de doble filo. Puede ser posible que debilite a la insurgencia talibanesa o puede darle el tiempo necesario para refortalecerse, reconstituirse y consecuentemente derrocar al gobierno del presidente Hamid Karzai.
Obama prometió, en su emotivo discurso en la academia de aviación de West Point, enviar alrededor de 30,000 soldados estadounidenses a la zona de conflicto en la franja que separa Afganistán y Pakistán, donde los talibaneses han creado guarniciones guerrilleras en medio de comunidades civiles.
En su discurso, Obama destacó que el nuevo destacamento militar dará al gobierno de Karzai el tiempo necesario para redimir su propia fuerza militar, reclutar a nuevos soldados, entrenarlos y contrarrestar al enemigo con sus propios medios y recursos.
Por otra parte, Obama espera que el sistema político corrupto y las elites económicas de Afganistán, asociadas con el submundo de la droga, pongan a un lado sus intereses particulares y mezquinos, y empiecen a crear una sociedad conjunta y democrática que beneficie a la población mayoritaria.
De acuerdo a lo dispuesto por Obama, el nuevo plan no simplemente tiene una fecha de despliegue sino también una fecha de repliegue.
Las tropas norteamericanas estarían empezando a empacar sus maletas después de 18 meses, una vez que exista madurez política en el seno del sistema político de Afganistán y una vez que las fuerzas armadas hayan logrado solidez militar.
A diferencia de su antecesor, nuestro presidente le está dando a su homólogo de Afganistán una fecha específica para “lavar sus trapos sucios”, un tiempo perentorio en el que su gobierno pueda crear una institución militar y policial que los defienda de sus enemigos internos y externos.
Sin embargo, la nueva decisión de Obama podría darle resultados contraproducentes ya que, en vez de beneficiar al pueblo y al gobierno de Afganistán, la fecha de retiro estaría fortificando a los insurgentes guerrilleros.
Es decir, puede dar oportunidad a los talibaneses a desaparecer del terreno belicoso, ahorrar sus reservas militares, ganar nuevos adeptos en Pakistán y Afganistán, fortalecer sus vínculos con organizaciones terroristas en otros países musulmanes y aumentar sus recursos económicos.
Cuando las fuerzas militares norteamericanas hayan emprendido su regreso a casa y el gobierno de Karzai no haya limpiado completamente sus prácticas de corrupción, los guerrilleros talibaneses tendrían el campo libre para volver a arremeter contra el sistema político y derrocar el gobierno constitucional.
En este sentido, a pesar de que el presidente expresó su confianza en las nuevas fuerzas militares de derrotar a los talibaneses, en el fondo nada está escrito. Puede ser que su plan arroje resultados positivos, pero también pude salirle el tiro por la culata.
Lo importante del nuevo destacamento militar, sin embargo, es la promesa del gobierno de Obama de impedir el establecimiento de un frente terrorista en una zona geográfica que, no obstante de no tener importancia económica para el país, tiene un significado geopolítico importantísimo.
Una sociedad de Afganistán dominada por un gobierno fundamentalista de los talibanes no solamente afectaría los derechos fundamentales de sus habitantes, especialmente de la mujer y grupos minoritarios, sino también se convertiría en un país que simpatiza con el terrorismo.
Por eso, la decisión del presidente Obama es dolorosa, pero necesaria.
Dr. Humberto Caspa es profesor universitario. E-mail: hcletters@yahoo.com.
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