No sólo el ser humano se baña para deshacerse del mal olor corporal, el polvo y la mugre que se deposita en su cuerpo, en general, todas las especies cumplen con su “hora del baño” sin embargo no toda
No sólo el ser humano se baña para deshacerse del mal olor corporal, el polvo y la mugre que se deposita en su cuerpo, en general, todas las especies cumplen con su “hora del baño” sin embargo no todas realizan un acto de limpieza tan asombroso y si se quiere, hasta curioso como lo hacen las aves.
Todos sabemos que el agua es indispensable para la limpieza del cuerpo y en el caso de las aves, un buen chapuzón en un río o estanque elimina toda impureza y parásitos indeseables, además que estimula el aceitado de las plumas y las reafirma. Para comprobar esto, el lector puede hacer el siguiente experimento: Tome una pluma de ave que esté sucia, torcida y despeinada y métala en un vaso con agua limpia agitándola como si estuviera preparando un coctel. Saque la pluma del agua y póngala cuidadosamente a secar al sol. ¡A los minutos de haberlo hecho, la plumita estará perfecta, derecha, limpia, brillante y en excelentes condiciones.
Muchas especies de aves realizan larguísimos vuelos para acudir a las aguas donde se bañan. Cazadores y presas se dan cita para asearse. También se asean con tierra, humo o sol con el fin de deshacerse de los parásitos que en ocasiones los invaden. Hay gorriones, verderones y papamoscas acostumbran posarse al lado de los hormigueros y dejan que las hormigas se les suban, ya que éstas capturan y se llevan a los parásitos, además las picaduras les dejan en la piel ácido fórmico, el cual es un eficaz remedio para repeler futuros ataques de parásitos.
Hay aves como los carboneros, algunas especies de tórtolas y palomas, que jamás se bañan en las aguas de los estanques, ríos, lagos, etc. Cuando llueve se sitúan en terreno descampanado y extienden sus alas. Así aguantan el chaparrón y una vez que consideran que están “bien bañados”, buscan el abrigo de un árbol o cobertiza cercano. Si no es época de lluvias, esperan hasta horas de la madrugada, cuando el rocío ha empapado con minúsculas gotitas las hojas y las plantas. Entonces rozan su cabeza, cola, alas y cuerpo contra éstas, arrebatándoles la humedad y a la vez la fricción les sirve para limpiar de impurezas cada pluma.
Los herrerillos “chupan” con su pico el zumo de ciertas frutas agrias y lo embarran en sus plumas. Esto les sirve como “jabón” y, luego de embarrarse y remojarse, tallan su cuerpo contra rocas cercanas para una mejor limpieza. El zumo y el tallado eliminan los parásitos y estimulan la secreción de aceite. El verderón común primero se remoja, luego sale a la orilla del estanque y, llevando agua en su pico, hace lodo y se embarra en él.
Una “mascarilla” cubre su cuerpo y éste se confunde con las piedras del suelo. Cuando el lodo está seco, se queda inmóvil tomando el sol y el lodo comienza a agrietarse, entonces el verderón se echa un chapuzón para quitarse todo rastro de barro y su plumaje queda impecable. Terminaremos comentando acerca de los “tratamientos de belleza” que realizan ciertos jilgueros y las currucas. Toman una hoja ancha y en ella colocan diferentes pastas molidas hechas con hierbas aromáticas, zumos y aceites resinosos. Remolcan la hoja en el agua y comienzan a bañarse. Usan la hoja como “tocador”, de la cual toman con su pico trozos de pasta, aceite y zumos se acicalan untando con éstos, de manera meticulosa, cada una de las plumas, haciendo de su aseo algo refrescante, oloroso y no desprovisto de coquetería.
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