Nadie de los habitantes de Pamplinolandia podia entender por que desaparecian sus objetos mas queridos de la noche a la manana.
Nadie de los habitantes de Pamplinolandia podía entender por qué desaparecían sus objetos más queridos de la noche a la mañana. Naturalmente, todos suponían que había un ladrón de por medio, pero ¿cómo descubrir quien era, si nunca dejaba ni una sola huella? Los mejores detectives del bosque se declararo impotentes, tras un largo estudio del caso, para resolver el misterio de “los robos invisibles”. Todos los días era un espectáculo ver a cada vecino del bosque guardar sus joyas, regalos y otros atractivos objetos en los sitios más raros. Pero a pesar de sus esfuerzos, todo era inútil pues el ladrón parecía tener un olfato infalibe porque nada escapaba a su avaricia.
Desesperado el alcalde ante alarmante situación decidió contratar a Merlín, el canguro detective más famoso de Australia y tal vez de todo el mundo. Este necesitó solamente dos horas para descubrir al culpable:
– El ladrón es don Búho, señor alcalde -dijo Merlín.
–¿Don Búho? ¡Pero si es el ciudadano más honrado que conozco! -protestó el alcalde-. Dígame, ¿cómo ha podido averiguarlo? -preguntó a continuación.
– Muy fácil. Le he visto robar el televisor de doña Perdiz -repuso Merlín.
– ¿Qué ha visto queeeeé? ¡Pero si usted no se ha movido de aquí desde que llegó, hará| dos horas, y la casa de doña Perdiz está al otro lado del pueblo! -exclamó, el alcalde-.
–Bueno, digamos que yo puedo ver a distancia.
Tengo poderes ¿sabe? Por eso me llaman Merlín “el Genio” y también por eso don Búho es capaz de cometer unos robos tan perfectos pues también tiene poderes. ¡Lástima que los emplee en beneficio de mal! -aclaró el misterioso Merlín.
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