Un hombre a quien le habían robado su caballo, lo encontró tres días después en una feria…
— Este caballo es mío: hace tres días que me lo robaron– dijo a quien lo tenía agarrado de las riendas.
— Os engañáis -le dijo el que lo vendía,- lo tengo en mi poder desde hace ya un año– aseguró.
El propietario cubrió los ojos del animal, y preguntó:
— Si es así, dígame, ¿de qué ojo es tuerto?
— Del derecho -repuso el supuesto dueño, no sin vacilar antes.
— Ya veis como no es verdad -dijo el propietario, descubriéndole el ojo derecho que estaba perfectamente sano.
— Del izquierdo, quise decir.
— Prueba de que no es vuestro, ya que está sano de los dos. -Y le descubrió el otro ojo, también sano.
Cuantos presenciaron la escena dieron la razón al dueño y apostrofaron de ladrón al que tenía el caballo, que se vio forzado a restituirlo y a pagar la multa que le impuso el juez.
Un sabio consejo
El que con engaños intenta prosperar, no logrará más que fracasar!
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