Un sabio griego decía que si le daban un punto de apoyo podía mover el mundo… yo nomás pido suficiente kola loca y lo compongo.
El otro día preguntó un compañero de trabajo que si sabía de algún zapatero. Me sorprendió la pregunta, no tanto porque viniera de un individuo que siempre viste impecables trajes de corte zacatecano y por su elegancia le apodan “James Bond”, sino porque hacía años que no escuchaba esa pregunta. Y es que ya muy poca gente acude a los zapateros, (Cómo va a acudir, si ya no hay zapateros). Le dije que hacía como 20 años fue la última vez que fui a reparar unos zapatos y no sabía si todavía estaría el zapatero allí, pero le di el domicilio. Me comentó que había encontrado uno, pero que era objeto de lujo, pues le salía más cara la compostura que los zapatos… y nos pusimos a recordar de los viejos tiempos.
Antes, era muy rara la gente que tiraba sus zapatos después de acabarse la suela original. En cuanto se sentían las piedras del empedrado, o el agujero de la suela ya se notaba mucho al arrodillarse en el templo o jugando a las canicas, se llevaban los zapatos al zapatero para que les pusiera otras suelas, ya fuera completa o media suela; otras veces nomás se les ponía la tapa, porque en años anteriores casi todos los zapatos tenían tacón, y al tacón de los zapatos de hombre le decíamos tapa. Los zapatos sin tacón se llamaban “de suela corrida”. Si caminabas medio chueco, pisando de lado y se te gastaba la tapa más de un lado que de otro, el zapatero le podía poner un “protector” de metal en el lado de más uso y, por lo general, otro protector en la punta, de manera que aquellos zapatos sonaban como esos que usan los que bailan tap dance… Los muchachos iban con el zapatero para que les regalara las tapas viejas, pues las usaban en un juego muy común que consistía en aventar la tapa a un cuadro de una figura pintada en la banqueta o en la plaza y luego brincaban los cuadros…. No recuerdo las reglas ni el nombre, pero en inglés le dicen hopscotch, o algo así.
Algunas veces también, si la cubierta de los zapatos estaba muy desgastada y presentaba alguna rajadura también se las remendaba el zapatero y luego pintaba los zapatos con “aguafuerte” y entre la pintura, la piel y el “guayul” para pegamento, el olor de la zapatería se percibía desde muy lejos.
Lo cierto es que en aquellos años, los zapatos duraban hasta que se acababan, pero hasta que de verdad se acababan. Hoy en día no sólo tiran zapatos buenos, sino que, si ya estás viejo y te descuidas, te tiran con todo y zapatos. Mucho desperdiciar…mucho.
Ya entrados en confianza le platiqué que yo también tenía unos zapatos viejitos muy cómodos y que yo mismo los había renovado. Le dije que se fuera a la 99 cents store, se comprara unas sandalias que tuvieran buena suela y un paquete de cola loca… le di todas las instrucciones y le platiqué que ya llevaba dos cambios de suela y no esperaba tirar mis zapatos todavía; eso sí, el día que decida darles santa sepultura los voy a enterrar con suelas nuevas… de la 99 cents, por supuesto.
No me lo vas a creer, pero a la semana siguiente que nos encontramos en el trabajo, lo noté casi de mi estatura, por lo menos más alto que de ordinario y muy sonriente, hasta que me dijo: “Gracias por el consejo, mira”, y levantó el pie y pude ver que les había puesto no una, sino dos suelas encimadas a cada zapato, por cierto que lo había hecho mejor que yo, se veía muy profesional su trabajo.
Ya no quise platicarle de las veces que he arreglado mis piezas dentales con Kola loka, porque ese trabajo es un poco más delicado y peligroso. La primera vez que lo intenté ya se me andaban pegando los labios, no les recomiendo que lo hagan, esperen mi libro: “Cómo arreglar el mundo con Kola Loka”
Todo empezó un día que se me cayó una corona de un diente, y como mi dentista está en mi pueblo en Jalisco y no pensaba ir pronto, se me ocurrió probar con kola loka. Lo malo fue que todavía no descubría que hay una medio gelatinosa, no tan líquida ni tan correlona como la común, fue por eso que me costó mucho trabajo colocar la fregada corona, pero lo logré. Ahora con súper gel, mucho más fácil.
Así que cuando se me cayó uno de los pocos dientes que me quedan, y no sólo se iba a notar lo chimuelo, sino que la comida se iba a atorar allí, entonces me acordé que el dentista, cuando me entregó la pieza me dijo mostrándome algunos espacios: “aquí en esta misma pieza iremos colocando otros dientes, como se vaya necesitando”. Evidente que yo no podría fabricar el diente… o quién sabe… pero lo bueno fue que no tiré mi diente viejo, porque recordé que hace poco vendieron en Inglaterra un diente de John Lenon en 30,000 dólares, un diente del Lic. Vidriera bien podía valer 30 centavos, pero ni eso quiso pagar mi vieja… Así que le corté el pico al diente, para que no fuera a molestar la encía, lo coloqué en la pieza dental con un rellenito de pulpa de papel de una servilleta y mucha kola loka, calculé la altura de los otros dientes, y lo dejé que se secara bien. Le di una lijadita y una pulida y ¡Listo!
Yo creo que con kola loka y un poco de ingenio hasta podemos componer el mundo, no se necesita mucho, todo está en querer….
Salud y saludos y hasta la próxima…
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