Hace muchos, muchos años que vivió en Tebas, Egipto, un hombre llamado Abul Chetón. Tenía Abul un deseo muy grande de hacerse rico. Su ambición era tanta que todo el tiempo andaba tramando algo; buscando algo que lo hiciera inmensamente rico y muy poderoso.
Sobra decir que muchos de sus intentos fracasaron. Una vez descubrió una pasta muy blanca que con agua hacía una espuma muy negra, la llamó jabón y la vendió para lavar la ropa, pero pronto descubrieron que lo único que hacía era espuma, pero no lavaba. Luego empezó a vender cebo de camello para las lámparas; parecía que iba a ser buen negocio. Todo empezó una vez que le tocó ver un camello que se incendió con todo y carga en el desierto, notó Abul que la joroba del camello ardió por mucho tiempo. Experimentó y comprobó que el cebo de camello era buen combustible para lámparas. Compró muchos camellos, pero cuando el negocio empezaba a florecer, vino alguien con aceite de palma, luego alguien vino con aceite de oliva que olía mejor y era más barato y Abul se quedó con manadas y manadas de camellos de los que alcanzó a vender algunos antes de que se le murieran de flacos, pero allí perdió todo lo que había ganado.
Sin embargo, no se daba por vencido, parecía que los fracasos lo acicateaban a seguir buscando… Y siguió buscando… y siguió fracasando.
Una de esas veces que andaba por los campos fracasado, huyendo de los acreedores, sin que por eso dejara de seguir pensando en algo que lo enriqueciera, le tocó la suerte de ver una mariposa en el mismo momento en que completaba su transformación y salía de su encierro con unas grandes alas de hermosos colores. Abul en ese momento se olvidó de su ambición, y fascinado se dedicó por un tiempo a estudiar las mariposas y su metamorfosis. Le maravilló mucho ese proceso por el cual un gusano feo se envuelve con ciertos materiales en un capullo y después de un tiempo sale convertido en una bella criatura. En un animal totalmente diferente.
En aquellos tiempos las mariposas eran mucho más grandes que las que hoy vemos. Había entonces algunas del tamaño de un hombre y de formas, texturas y colores que las hacían mucho más impresionantes y hermosas que las actuales.
No pasó mucho tiempo para que el interés al dinero se sobrepusiera al interés científico y Abul Chetón empezara a buscar la forma de hacerse rico con ese descubrimiento y esta vez sí lo logró.
Montó, en la ciudad de Tebas un taller de embalsamamientos, donde mostraba las varias etapas de la transformación de una oruga en una mariposa y convenció a muchos de que había descubierto la forma de convertirlos, después de muertos, en “ángeles mariposas”, gracias a la envoltura especial, que sólo él conocía.
Nunca falta gente que crea las historias más fantásticas, y cuando se trata de historias que garanticen una vida mejor después de la muerte, las creemos sin preguntar ni pensar. Convenció a algunos de los más ricos, les movió la vanidad y el trabajo fue que cayeran en la trampa los primeros, los demás vinieron en tropel. Pronto, todos los pudientes de Tebas y alrededores le llevaban sus muertos a Abul Chetón para que los embalsamara y los envolviera en forma parecida a las orugas, esperando que después de un tiempo, los muertos saldrían de sus envolturas convertidos en hermosas “mariposas-ángeles”.
Fue así como aquel hombre logró por fin su intento de hacerse rico. Y muy rico que se hizo, porque los ricos y los poderosos fueron los más interesados en ser embalsamados al morir, y las envolturas fueron cada vez más y más extravagantes y caras, porque según las calidad y finura de las envolturas sería la forma en que reaparecerían después de muertos. Pero si Abul Chetón se hizo rico, las orugas humanas siguen todavía esperando salir de sus embalsamamientos convertidas en bellas mariposas. Aún hoy en día, los arqueólogos siguen encontrando en las ruinas egipcias las hechuras de Abul Chetón. Dicen que a algunos poderosos los convenció de ser enterrados en gigantescas pirámides. Que a algún joven rey le adelantó tres envolturas diferentes, augurándole tres consecutivas reapariciones como “ángel-mariposa”; y que fue Abul Chetón el que inventó los ángeles, lo cual no está comprobado.
Lo que sí es cierto es que Abul Chetón se hizo rico rápido, aunque tuvo que salir de Tebas cuando algunos empezaron a sospechar que les había tomado el pelo. Pero el negocio siguió, la idea había gustado y, con algunos cambios, sus descendientes siguen vendiendo vidas maravillosas después de la muerte…. y los descendientes de las momias las siguen comprando.
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