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El Patito Feo

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Tierra adentro, en la parte baja de la pradera, escondido entre los altos juncos que crecían en el borde de la laguna, se encontraba un nido lleno de huevos. Mamá Pata estaba suavemente sentada sobre

Tierra adentro, en la parte baja de la pradera, escondido entre los altos juncos que crecían en el borde de la laguna, se encontraba un nido lleno de huevos. Mamá Pata estaba suavemente sentada sobre ellos, para darles calor. Esperaba con ansia el nacimiento de sus siete patitos.

Finalmente, ese día llegó y felices, todos se congregaron ante el nido para verles por primer vez. Crac! Crac! comenzaron hacer los cascarones y poco a poco fue saliendo un patito a la vez acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto. Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo  de movimiento.

Tras un rato de espera, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis… Mamá Pata no salía de su asombro. “Ninguno de los otros patitos es como este!”, exclamó.  Algunos días después, Mamá Pata fue caminando hasta la laguna seguida de sus patitos. Plafff! Se lanzó al agua… y uno tras otro saltaron los patitos. Flotaban espléndidamente. Y hasta el patito feo nadó junto a ellos.

Tras nadar un rato se fueron al corral donde estaban los demás patos. Paso mamá pata con sus crías y todos le miraban con atención, pero al mirar al último patito dijeron: “Pero miren que feo es ese patito! Sáquenlo de este corral! Aquí no lo queremos!”. Uno por uno, los patos se lanzaron sobre el patito feo y lo picotearon en el cuello, y lo empujaron de un lado a otro. Vinieron después algunos pollitos y ellos también picotearon al pobrecito. Mamá Pata trató de proteger al patito feo. “Déjenlo tranquilo”, pidió a las malignas aves, “él no le hace daño a nadie”. Pero su petición de nada sirvió. Y hasta sus propios hermanitos empezaron a tratarlo mal.

Todos los días era lo mismo. Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe. El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto. “Creo que será mejor que me vaya lejos, muy lejos”. Así que una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado. Llegó el otoño. Las hojas se pusieron amarillentas y rojizas en el bosque. Una tarde, a la puesta del sol, aparecieron entre los arbustos, unos hermosos cisnes. “Ah! Qué lindo ser tan hermoso como ellos!”, suspiró el patito feo.

Vino después el invierno. Los días eran cada vez más fríos y el pobre patito feo tuvo que nadar en el agua helada que empezaba a congelarse a su alrededor. Nadie le traía alimentos y apenas tenía qué comer. ¡Todo era muy triste!. Al fin llegó la primavera y el patito feo notó que sus alas se habían agrandado y eran muy fuertes. Las batió contra su cuerpo, una y dos veces, hasta que por fin se elevó en el aire. No pasó mucho tiempo antes de que el patito se encontrara con un estanque donde se encontraban nadando las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él carecía de todo eso. “Me gustaría ir con ellos”, se dijo el patito. Quizá ni siquiera me hagan caso, por ser tan feo. Pero, sin embargo, no importa, lo intentaré”. Voló hasta el agua y nadó rápidamente hacia ellos. Entonces les pregunto si podía bañarse con ellos.

– ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No se burlen de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso…
– Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.

El patito se miró incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!… Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.  Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió muy feliz para siempre!!

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