Hace un mes que conociste a una chica (o un chico, según sea el caso) y estás feliz, ilusionado/a y sientes que son justo el uno para el otro e inconscientemente te haces a la idea de que esto siempre será así. Pero no, estás equivocado/a, porque según el momento de la relación, donde se encuentre la relación, tanto tú como tu pareja irán cambiando inevitablemente.
Cuando hablamos de los cambios, no nos referimos a lo físico si no a lo emocional, porque todos atravesamos por diferentes estados de ánimo.
Al principio todo parece perfecto, y es normal porque empiezan a salir. Son tiempos en que cada uno vive por su lado, tiene su espacio propio y, a lo sumo, se puede encontrar el cepillo de dientes de la pareja en el baño para cuando se queda a dormir. Y hasta puede ser que les divierta la situación de elegir entre ‘‘tu departamento o el mío’’ para pasar la noche. En general, los dos se encuentran entusiasmados con este nuevo estado amoroso, proyectando un futuro juntos. Es un período en el que todavía conserva actividades por afuera de la relación y recurre a cualquier tipo de estrategia para caerle bien a su flamante familia política.
Y pasa el tiempo y un día se cumplen dos años de noviazgo, por decir, y esa la tan adorada rutina, empieza a hacer mella en las cabecitas de ambos. El, fragua la idea de la convivencia juntos, sin papeles, lazos ni compromisos, y en la de ella la tan esperada boda, aunque todavía no lo hayan hablado. En esta etapa, él se siente feliz con la “rutina” que lograron armar juntos y ella espera aún un poco más. Incluso, ya van juntos al supermercado. La química en esta etapa es buena todavía, por eso él deja de ver el fútbol con los amigos por pasar mas tiempo con la familia de ella, ya que sigue interesado en caerles bien, pese a que a esta altura no tienen más temas de conversación, salvo el estado del tiempo o alguna novedad familiar. Ella por otro lado, deja todo y se aleja de las amigas por pasar más tiempo con su galán, hasta olvidando a su propia familia.
En ese sentido los especialistas aseguran que cuando dos personas se enamoran, ocurren cambios en su cerebro. Aumenta mucho su secreción de feromonas (sustancias que actúan como señales sobre los sentidos), así que cuando se huelen o miran, es como si sus mentes se fusionaran. La alta concentración de la hormona oxitocina puede hacer que soslayen o no se percaten de sus respectivas conductas molestas, pero al tiempo, la pasión va disminuyendo y la relación pasa a otra etapa.
Al cabo de unos meses, la química cerebral y hormonal empieza a cambiar, y la parte “pensante” del cerebro comienza a percibir los defectos de la pareja. Entonces sentimos mutuo enojo, irritación e incluso cierto temor.
Mientras el hombre se sienta frente a la televisión en vez de conversar con su pareja, ella quizá comience a preguntarse:
¿En qué estará pensando? Se siente rechazada, sobre todo porque él ha dejado de revelarle sus emociones y sentimientos.
Por su parte, él no entiende por qué ella ha empezado a criticarlo por “pequeñeces”. Llevan unos años juntos (o tal vez casados) y quizá ya tengan un hijo. ¿Qué más quiere ella? Aunque él sabe que está fallando en algo, no se le ocurre cómo remediarlo.
Por eso es fundamental la buena comunicación, para que ambas partes estén conscientes de los cambios de cada uno, y se acepten, respeten y comprendan.
Cuando nos alejamos demasiado de nuestra pareja, se va extinguiendo el amor de que disfrutamos al principio… Si evitas esto, esa pasión irá cambiando, pero no acabará, eso es seguro!
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