Partamos de los hechos. Cada vez que una parte del cuerpo sangra, es porque un tejido de la piel se
Partamos de los hechos. Cada vez que una parte
del cuerpo sangra, es porque un tejido de la piel se
ha lesionado, se rompen los vasos sanguíneos, produce
dolor, y queda expuesto a una infección.
Ahora imagínese por un momento, que a un hombre
joven le sangrara el extremo del pene, cuando
va a tener sexo la primera vez, y los días sucesivos,
cada vez que va a orinar o tener sexo, le sangrara
otro poco, con ardor y dolor.
Agréguele a esta situación imaginaria, la preocupación,
de que, si por ciertas características del tejido
que recubre el pene, éste no sangrara, a partir de ese
momento, ese hombre cargará con una sombra de
sospecha sobre su dignidad para toda la vida.
Intercambiando los roles sexuales, esta es la situación
que relatan las mujeres de cómo fue su iniciación
sexual y la “desdicha” de aquellas que no
sangran la primera vez que tienen sexo.
Revisemos ahora, otra situación
En un pueblito típico, visualicemos a un niño de
unos 12 años, en un lugar privado y desconocido
para él. Frente a ese niño/adolescente, hay una mujer
mayor desnuda en actitud lasciva, con tiempo
limitado para atenderlo, expresándole lo que le hará
en sus genitales. Afuera de ese lugar, se encuentra
el hombre adulto que lo llevó, esperando a que salga
para que le relate lo que hizo con esa mujer.
Estas dos escenas corresponden a la iniciación
sexual de la mayoría de las personas hispanas que
he atendido en estos últimos tres años, mujeres y
hombres respectivamente.
Existe otro grupo, constituido por parejas jóvenes
hispanas de 30 años de edad, aproximadamente que
llegaron a este país, siendo niños, fueron a la escuela
aquí, se conocieron y se casaron; y me dicen:
“déme algo para la segunda vez”.
Con esta expresión, me están diciendo, que en el
primer coito, eyaculan rápido, antes que su pareja
llegue al orgasmo y a los 5 o 10 minutos intentan
una segunda vez, para satisfacer a la pareja que
quedo a mitad del camino. Ellos no logran la erección
y si la logran, no pueden volver a eyacular.
Entonces, se preocupan, porque creen que están
enfermos; cuando en realidad, el problema es la falta
de conocimiento respecto al periodo refractario
entre una eyaculación y la siguiente.
Cuando les pregunto acerca de la Educación Sexual
recibida en la escuela, la mayoría me responde, “mi
mamá tenía que firmar una autorización, para esas
clases y nunca quiso. Entonces yo me quedaba en
la biblioteca mientras los demás tenían clases de
educación sexual”.
De igual manera esta la mujer, cuando le dan una
instrucción médica, donde le hacen referencia, por
ejemplo, al catorceavo día de su periodo menstrual y cree que lo debe contar a
partir del día que dejó de menstruar, en lugar del contar desde el primer día de
sangrado. Esta falta de información eventualmente acarreará problemas sobre
su sexualidad.
Más del 90 % de la información sexual que poseemos los adultos, es transmitida
de modo informal y cargada de prejuicios.
Lamentablemente esto es muy común en nuestra cultura y hacen destrozos en
la vida de las personas. Todo se resolvería fácilmente si se diera una educación
sexual apropiada. Teniendo claras las ideas básicas sobre sexualidad, las personas
pueden mejorar su calidad de vida y la estabilidad con su pareja.
Comenzar la educación sexual a temprana edad, no es hacer niños “libertinos”,
sino hacerlos más dueños de su salud y las decisiones de vida adulta, porque es
tarde para aprender, cuando ya han comenzado la Secundaria (Middle School).
A este punto, ya se han formado un concepto equivocado de la sexualidad, por
la información mal aprendida que han ido recabando. Educar sexualmente a
nuestros hijos, y a nosotros mismos es sinónimo de bienestar.
Como dice el dicho popular: “Las mentes son como los paracaídas, funcionan
mejor cuando están abiertas”.
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