En un bosque situado muy lejos de aquí, vivía una leona que por su ferocidad y crueldad, era temida por sus vecinos.
En un bosque situado muy lejos de aquí, vivía
una leona que por su ferocidad y crueldad,
era temida por sus vecinos.
Y no era para menos el temor sentido por
todos, pues la terrible fiera se dedicaba a
cazar cachorros de todas las especies, ya
que según ella, la carne de éstos era especialmente
tierna y sabrosa.
No hacía caso a los ruegos y súplicas, ni
se conmovía ante los lamentos de tantos
padres que sufrían al verse arrebatados de
sus pequeños cachorros.
En vez de lloriquear tanto, deberían de sentirse
afortunados de que prefiera la carne
de sus hijos y no la de ustedes -aseguraba
la leona- mientras rugía con gran fuerza.
Como era de esperarse, esta leona tuvo sus
propios hijos. Se sentía muy contenta de ser
madre. Se sentía muy orgullosa y realizada.
¡Le deleitaba tanto poder cuidarlos, atenderlos
y jugar con ellos! ¡Qué bonitos e indefensos
eran sus hijitos!
Pero un día sucedió lo inesperado. Un
grupo de cazadores se introdujo al bosque
donde la leona y sus cachorros vivían y,
aprovechando una distracción de la fiera,
se apoderaron de todos sus hijos.
Grande fue el dolor y la pesadumbre de la
leona. Al verse completamente sola, acudió
a casa de sus vecinos en busca de un poco
de consuelo. Pero éstos, en vez de apoyarla,
la ignoraron pues se acordaban de las
crueldades que la leona había cometido
con sus hijuelos.
Amiguitos, nunca hagan a otros lo que no
deseen para ustedes, pues el destino tarde o
temprano cobra la deuda.
Moraleja:
Si sólo daño sabes causar,
cruel recompensa vas a ganar!
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