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Se Conocieron; Se Enamoraron; Se Casaron… ¡Y Murieron el Mismo Día!

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Con los últimos alientos y suspiros de vida que les quedaban, nació este increíble Gran Amor

   Esta, aunque pareciera una tragicomedia hecha para cine o televisión, fue un drama en el que dos personas de la vida real protagonizaron este que pudiera ser catalogado como “el gran amor de un día”.

   Arthur Redolin vivía en Liverpool y trabajaba en un centro nocturno. Una noche fue a cantar a ese lugar una bellísima mulata llamada “Coralia, la mulata del cuerpo de fuego”, quien ejecutaba un striptease al ritmo de merengue. Arthur era mesero y noche a noche miraba furtivamente a la sensual morena proveniente del Caribe ejecutar su acto. Una noche la bailarina estaba bebiendo sola en la barra cuando Arthur se le acercó y le dijo que pararía un taxi para que la llevara al hotel donde estaba hospedada. Ella le dijo que la acompañara y que la dejara en su cama durmiendo. Sin embargo, él se quedó a dormir con ella. Tres días después, Coralia volvía a su país mientras que Arthur comenzó a sentirse mal. Poco a poco la salud del joven fue minando cada vez más hasta que a los seis meses fue a un hospital. Los médicos fueron determinantes: la mulata le había contagiado el SIDA.

   En ese entonces, en Londres, Vesylea Martinic fue arrollada por un auto y la trasladaron a una clínica particular, donde le hicieron una transfusión de sangre; pero como ésta no tenía control sanitario, la chica contrajo también el SIDA. Tanto Arthur como Vesylea pasaron dos años de sufrimiento, en tanto que sus familiares gastaron verdaderas fortunas en atención médica.

  Ambas familias coincidieron en llevar a sus respectivos  hijos al Hospital Británico de la región de Cornualles, donde los aceptaron casi por caridad. Los galenos se percataron de que ambos estaban tan mal que les quedaban pocos días de vida, así que los internaron en el Pabellón de Terapia Intensiva para Sidosos y los encamaron en un solo cuarto.

   Una vez en el cuarto, los dos quedaron cerca y sólo un buró dividía las dos camas. Ahí Arthur  y Vesylea se conocieron y se sintieron muy identificados al saber que ambos padecían de lo mismo y que les quedaba poco de vida. Conforme pasaba el tiempo los dos se fueron sintiendo más y más enamorados, cuando él le pidió que fuera su novia,  ella, emocionada, dijo que sí. Horas más tarde él, le pidió que fuera su esposa los últimos días que les quedaran de vida y ella asintió. Al llegar sus respectivos familiares, éstos quedaron mudos de asombro cuando la pareja les informó que se querían casar, que era su última voluntad. Los padres de Arthur hablaron con el capellán del hospital y con el juez de la zona. Primero fue el casamiento por el civil y siguió el de la iglesia; y una vez que se casaron, acercaron las camas y él le dio un  largo beso en la boca.

  Agotados por tantas emociones, los jóvenes recién casados se quedaron acostados cada quien en su respectiva cama y tomados de las manos. No se decían nada, sólo se miraban largamente y en sus ojos brillaba una luz de felicidad. En las camas había unos letreros que decían “Just Married” (recién casados). Ella comentó: “Es una lástima que te haya conocido demasiado tarde”. El le contestó: “No te aflijas; más vale tarde que nunca. Además, estaremos juntos en la eternidad”. Ambas familias los dejaron solos …. Sólo dos horas más tarde, uno de los galenos que los atendían entró al pabellón y los encontró muertos, tomados de las manos pero con un rictus de felicidad en su cara.

 La última voluntad de la pareja también incluía el que los enterraran juntos, por lo que ambas familias así lo hicieron. Mientras los encargados del panteón construyen una pequeña cripta con cruces, ángeles y un corazón en el que estarán sus nombres y las palabras “Unidos en el último suspiro de sus vidas, pero juntos en el camino de la Eternidad”, en la tumba yacen encima muchas flores, una lápida provisional de piedra con el nombre de Arthur, y a su lado está una rústica cruz de madera con el nombre de Vesylea.
 

  No cabe duda que el amor puede aparecer en cualquier momento. Hasta durante el último minuto de la vida.    Y Créalo o No, Así Fue….

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