En sólo un siglo la evolución de la mujer en cuanto a derechos, opciones, costumbres, actitudes y psicología, ha sido la más excepcional que un grupo humano haya logrado en la historia del mundo.
En sólo un siglo la evolución de la mujer en cuanto a derechos, opciones, costumbres, actitudes y psicología, ha sido la más excepcional que un grupo humano haya logrado en la historia del mundo.
Claro que no ha sido sin consecuencias. Los cambios inquietan, asustan y enojan, de ahí que la violencia contra las mujeres en todo el mundo se ha desatado y nos indica que hay un terror, una furia y una incapacidad de aceptar a la nueva mujer.
Estamos pagando con sangre la libertad que hemos conquistado, los espacios que hemos ga-nado, la precaria independencia económica, profesional o, sim-plemente de pensamiento que vamos logrando cada día. Todavía nos sigue aquél pensamiento precario de ser sólo un objeto de adorno en la casa.
EL PRODUCTO MÁS CARO DE LOS VALORES MORALES
Ese producto se llama dignidad. Para convertirse en persona, un ser humano tiene que construir su dignidad. Dignidad de poder darse a respetar, para dejar de ser pisoteado, para dejar de ser usado, para dejar de ser explotado. Y esta nueva dignidad, la que nos ha permitido cambiar de cosas a personas, nos está costando carísimo aún.
Y no me digas que aunque mujeres, no éramos otra cosa que “cosas” -y permítaseme la redundancia-, si no teníamos derechos civiles, si no teníamos derechos humanos, si no teníamos ni voz ni voto para elaborar las leyes que nos regían, si podíamos ser manipuladas al antojo de los demás, si podíamos ser embarazadas contra nuestra voluntad, si a las mujeres se nos vendía y se nos compraba (algo que aún ocurre en algunos países de los llamados subdesarrollados) y nadie se tomaba la molestia de preguntarnos si estábamos de acuerdo. Si se daba “nuestra mano” -y la vida misma- al que el padre elegía ¡sin siquiera tomar nuestra opinión!
Pero lo cierto es que las mujeres hemos cambiado tanto en tan poco tiempo que los hombres no han tenido tiempo de asimilarlo y mucho menos adecuarse a los cambios.
La mayoría sigue añorando a la mujer sumisa y modosita que decía que sí a todo lo que su señor proponía, que no pensaba más allá de las narices de su marido y que no se aventuraba un paso afuera de la puerta de su casa.
Muchos, desafortunadamente, esperan que sus novias o esposas se porten como sus abuelitas y si no resulta así, lo imponen por medio de la violencia, ya sea física o verbal, o por medio de la presión económica o social. Hemos visto un trágico incremento de la violencia intrafamiliar de todo tipo. Todas esas violencias duelen y todas lesionan la dignidad, ésa que es tan cara de conseguir.
TÚ DECIDES: PERSONA O COSA
Es evidente que decidir cuesta muchísimo trabajo. Y, además, es algo novedoso para las mujeres, acostumbradas por milenios a que decidieran por nosotras, todavía nos asusta y nos desconcierta. Pero no creo que sea el caso regresar al pasado, volver la espalda al futuro e instalarse en el mundo de ayer. El más bello territorio que podemos habitar es el hoy. Que es, por cierto, el mejor camino para ir hacia el futuro.
No hagas berrinches de niña. Forja un plan de vida de adulta, de adulta que vive su tiempo, que tiene la suerte de encontrarse en el mejor momento histórico. Ya lo han dicho todos los filósofos o aspirantes a filósofos: el siglo XXI será el siglo de las mujeres. Ya nos lo debían.
Pero los territorios hay que conquistarlos día a día. Tu mejor arma para ubicarte en el mundo como persona es tu dignidad. Cierto que ya dijimos que es un producto muy caro: no un pequeño lujo, sino uno grande, pero tú lo vales. ¿O no?
Prepárate para la aventura maravillosa de ser una persona. Un ser humano con obligaciones y derechos, pero capaz de ejercer en todo momento su libre albedrío, así como de desarrollar todas tus capacidades… Tú puedes forjarte ese triunfo y dejar de ser tratada como un objeto más en la vida!
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