El otro día, una persona muy joven me preguntó: ¿Qué se sentía ser viejo? Me sorprendió mucho, ya que no me consideraba vieja. Por eso, en cuanto vio mi reacción se apenó;
Por: Eunice Hilliard
El otro día, una persona muy joven me preguntó: ¿Qué se sentía ser viejo?
Me sorprendió mucho, ya que no me consideraba vieja. Por eso, en cuanto vio mi reacción se apenó; la tranquilicé diciéndole que no era una pregunta interesante. Y tras mucho reflexionar, concluí que hacerse viejo es como un regalo de Dios, de la vida misma… “Porque soy la persona que quiero ser”
Algunas veces me desespero al ver mi cuerpo, las arrugas, los ojos con ojeras, la celulitis, mi falta de fuerza. También a menudo me sorprendo de la persona que vive en mi espejo. Pero no me preocupo de esas cosas por mucho tiempo. No cambiaría mi amada familia, ni a mis sorprendentes amigos, ni mi maravillosa vida, por menos cabellos canosos y un estómago plano.
Me he convertido en mi amiga… No me regaño por no hacer mi cama, o por comer esa galleta extra.
Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, ser extravagante, de cantar, aunque mi voz esté desafinada y quebradiza, de disfrutar el aroma de las flores, de todo lo que yo quiera y pueda hacer, porque es el regalo que Dios y la vida me han dado. He visto algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber disfrutado la libertad que viene con hacerse viejo.
¿A quién le interesa si escojo leer o jugar en la computadora hasta las 4 de la mañana y después dormir hasta quién sabe qué hora?
Si se me antoja bailaré sola al ritmo de esos maravillosos acordes de los 50´s y 60´s. Y si después deseo llorar por algún amor perdido… ¡Lo haré!
Caminaré por la playa con un traje de baño que se estira sobre un cuerpo regordete y haré un clavado en las olas dejándome ir, a pesar de las miradas de compasión de las que usan bikini… Ellas también se harán viejas, si tienen suerte. Sé que algunas veces soy olvidadiza, pero me acuerdo de las cosas importantes.
A través de los años mi corazón ha sufrido, por la pérdida de alguien querido, por el dolor de un niño, o por ver morir a mi mascota… Un corazón que no se ha roto, nunca sabrá de la felicidad de ser imperfecto ni tendrá la fuerza que da el sufrimiento. Me siento orgullosa por haber vivido lo suficiente para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar la sonrisa de mi juventud, a pesar de los surcos profundos de mi cara.
Cuando se envejece, es más fácil ser positivo… Entre otras muchas cosas, porque te preocupas menos de lo que los demás puedan pensar de ti, de los seres que amas. Ahora bien, para responder a la pregunta, con sinceridad puedo decir: “¡Me gusta ser vieja, porque me ha dado mi libertad!”
Me gusta ser la persona en la que me he convertido… No voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, no perderé tiempo en lamentarme por lo que pudo ser, o preocuparme de lo que será. Por eso, simplemente trataré de…
Y el resto, dejárselo al Divino Creador. Queridos amigos, disfruten sus años de vida y no se preocupen por haber perdido su juventud. Sonrían cada mañana, porque Dios se despierta antes que nosotros para colgar el sol y poder verlo desde nuestras ventanas…
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