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VOY CON MI HACHA ED34-2020

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Te dije la última vez que platicamos aquí, que los virus son muy pequeños, con decirte que, por bueno que sea el microscopio regular que tengas, no lograrás verlos, porque se necesita un microscopio electrónico, de esos que para ver las pequeñeces no usan los fotones sino los electrones… Te decía que si pones mil virus uno al lado de otro, la fila que formen apenas llega a ser tan larga como el grosor del un cabello… No dije caballo ni camello, dije ¡el grosor de un cabello!….  Así de pequeños son los virus, esas tarugaditas que están haciendo estragos en el mundo, matando a unos y asustando a casi todos. Pa’que veas que no se necesita ser gigante para causar grandes daños.

Puede ser que los virus se sientan grandes y muy chingones, como nos sentimos los humanos, ignorando nuestra pequeñez, grandes y chingones; pero si ponemos mil humanos en fila, sea hombro con hombro o pecho con lomo, ni siquiera llegamos al grosor de un pelo de un caballo del universo. Sí, esta vez sí dije caballo, porque en el cielo hay toros, caballos, osas, cangrejos y muchos seres más… Lo que te quiero decir es que el humano es muy pequeño en tamaño comparado con la Tierra, y mucho más pequeño comparado con el Universo… Aun así, no se pueden menospreciar los ataques y daños que puedan causar seres pequeñísimos a organismos grandísimos. 

Hubo un tiempo, hace millones de años, que la tierra era una célula sana y hermosa del universo… todavía sigue siendo una célula del Universo, pero ya no tan sana ni tan hermosa… Hubo un tiempo en que la tierra era un paraíso, con mares limpios y tranquilos; con lagos azules y con ríos cantarines que corrían alegres por valles y cañones llenos de vegetación y bosques esplendorosos. Todo el planeta estaba habitado por infinidad de especies animales que convivían pacíficamente, porque todos tenían lo necesarios para vivir muy bien…sin matarse unos a otros, sin robarse nada unos a otros, ni comida ni terreno, porque había todo en abundancia. Un paraíso con pájaros cantando…  Los tres reinos: animal, vegetal y mineral convivían en sana paz, todo era armonía y tranquilidad, la vida era bella en el hermoso planeta Tierra… como vives cuando tienes plena salud de cuerpo y espíritu.  

Pero un día apareció un virus en el planeta Tierra.

Todavía se discute su procedencia, unos dicen que fue creado, otros que fue fruto del enfriamento de la Tierra y de la evolución, sin faltar los que dicen que vino del espacio exterior, de algún planeta lejano… o cercano, para el caso da lo mismo, el chiste es que apareció en la tierra y se apoderó de ella, y dijo que era el rey y, como rey, ese virus se sintió con derecho de tratar a los demás seres a su antojo y poco a poco les arruinó sus vidas, les robó sus lugares donde vivían, contaminó cielo, mar y tierra…porque los virus así sobreexisten, invadiendo a otros seres y aprovechando sus riquezas y cualidades.

Por el mal uso de la Naturaleza, las enfermedades aparecieron, nuevas enfermedades aparecieron cada vez con más frecuencia.

El virus no es un ser inteligente, obra haciendo daño a otros seres, pero haciéndose daño a sí mismo también.

Como el virus que mata un organismo, muere con él, así el virus de la Tierra, los humanos, puede ser que pronto causen la muerte del planeta Tierra. Y ya se habla de que quieren ir a ‘infectar’ otros planetas, empezando con Marte, al que ya le van llegando.

La única esperanza que queda es que del coronavirus se dice que es un virus mutante…..Y si puede cambiar para peor, nada indica que no pueda cambiar para bien… Así el virus del Planeta Tierra también puede cambiar… Ojalá tenga un momento de lucidez y cambié para bien; dé marcha atrás a la destrucción del planeta… Dé marcha atrás en su vida irracional de destrucción y maldad y se dé cuenta que no sólo está destruyendo el planeta, sino que está debilitando y destruyendo la raza humana……..se esta autodestruyendo… Hasta puede ser que el Universo nos tenga en cuarentena porque amenazamos la armonía universal, no nos visitan ni quieren que los visitemos….temen contagiarse de nuestra violencia y arrogancia. Temen contagiarse de nuestra ignorancia, de nuestro amor por las mentiras y desprecio de la Verdad… Temen contagiarse de nuestra ambición de poder, por el poder…

  —Amigo, estamos pidiendo a gritos otro diluvio… ¿Seremos tan necios como para no cambiar?

—Qué pasó, qué pasó, compadre, hasta la pregunta ofende.

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